EL SER UNO I LOS ARCANOS DE THOTH







Para que ustedes puedan entender el Principio Único, primero deberán comprenderse a sí mismos. Él nació de su inmensa necesidad de comunicación, y al lograrlo obtuvo resultados increíbles de interacción, desarrollo, dominio y expansión. De esa manera se formó una malla fuerte y segura llamada lenguaje universal, donde los medios obtuvieron respuestas y donde las respuestas continúan convirtiéndose en un compendio universal llamado sabiduría.

El Principio Único significa origen. Todo lo existente fue creado, emanado y realizado a partir de una única fuente: un núcleo, un centro, desencadenándose correlativamente la necesidad y el deseo de crear La Vida. Una vez creada, la vida fue eterna. Cuando hablamos de vida, nos estamos refiriendo al creador. Nosotros lo conocemos como el Principio Único; ustedes le dan el nombre de Dios. Todo lo creado deriva de esa fuente; de ahí salimos y ahí regresamos. ¿Quién lo creó? ¿Cómo se formó? ¿De dónde proviene toda la creación?

Todos ustedes quieren respuestas y piden por ellas, porque así está hecha la realidad en que viven. Las respuestas no los ayudarán a entender el proceso universal. Ustedes no necesitan respuestas: lo que requieren es despertar de la vida ilusoria en que viven y entrar en sus propias mentes, para poder comprender la grandeza de lo que estamos expresando. El Principio Único… Es. Partiendo de este punto se creó todo lo demás, pero antes de él existió otra necesidad que lo impulsó a ser infinito, sin principio ni fin. Cuando él tuvo conciencia de ser, automáticamente puso en movimiento un mecanismo, activando un dispositivo de necesidad, creando la forma, el signo, la vibración, el ritmo, los colores, etcétera.

La máquina universal comenzó a funcionar con perfección y no paró nunca más. Esa necesidad creaba, expandiéndose de tal forma que no cabía en su estructura. El movimiento automático generaba un calor tan intenso que comenzó a fundir signo con forma, color con vibración, estructura con ritmo, ritmo con cadencia, y así infinitamente. EL Principio Único se vio en la necesidad de crear el orden, porque ya no podía contener tanta creatividad, pues esta escapaba de sus propios límites y posibilidades. Entonces creó a un ser a imagen y semejanza, lleno de luz, de cristales puros y diáfanos, de colores refulgentes, ritmo y vibración perfectos. La forma de ese ser correspondía a la voluntad y deseo del creador. Él era pensamiento y, al igual que su hacedor, imaginaba y creaba lo imaginado. Él vivía en la mente, donde su pensamiento no tenía fronteras. Él era el hijo del Principio Único, por lo tanto, de la mente universal. El Principio Único creó su continuación y la llamó pensamiento. Este pensamiento se encargaría de ordenar, clasificar, analizar, desarrollar y comunicar todo el compendio de creatividad que emanaba de su centro. Así nacieron los primeros pensamientos. Ellos se miraron entre sí, se reconocieron como hermanos, y lo primero que hicieron fue estudiarse a sí mismos para saber si podían realizar las actividades encomendadas por el creador.

La primera experiencia consistió en tener conciencia de su existencia; la llamaron vida. En un principio esta se generaba por movimientos incontrolados, pero a través de las vivencias, fueron dominándolos y uniéndolos a un nuevo elemento llamado deseo, que a su vez produjo otro al que denominaron ritmo. Este se desarrolló con cadencia y armonía, creando con ello la vibración, y este elemento generó los colores. Cada uno de estos tenía un significado diferente, y cuando los infinitos colores comenzaron a surgir, los hijos pensamientos descubrieron de dónde procedían. Observaron pequeños y minúsculos cristales, que chocaban y se fundían entre sí formando figuras. Ellas surgían por el deseo, el ritmo, la vibración y el color. De esta manera nació un nuevo elemento llamado forma.

Luego, el ser-pensamiento comenzó a ordenar y clasificar este conjunto de elementos a través de sus propias experiencias. Cuando unió los elementos unos con otros, obtuvo resultados insospechados que podían ser de gran utilidad o de menos utilidad. De esta forma se creó la diversidad, que correlacionó los datos creando el conocimiento. El cúmulo de información activó el entendimiento, y juntando los dos, generó la recopilación y la continuidad. Este resultado formó la causa y el efecto, y todo ese compendio informativo creó la sabiduría.

Hasta aquí, el ser-pensamiento estaba muy satisfecho de su investigación y trabajo; se sentía pleno de esperanza, porque estaba cumpliendo con lo que se había propuesto: ordenar de forma perfecta esa creación que crecía cada vez más. A medida que mezclaba los elementos, nuevas experiencias surgían, con mayor o menor utilidad. El ser-pensamiento, abocado a tanta responsabilidad, no percibía ni daba importancia a las creaciones de menor utilidad: simplemente las archivaba, acumulándolas como desecho de la creación. Fue tanta la concentración de esos elementos desechados, que comenzaron a ocupar espacios destinados para los elementos útiles. Así y todo, continuaron sin darle importancia y dejando para más adelante la solución del problema. Ignorancia: no tenían el conocimiento de que, algún día, esas creaciones se volcarían contra ellos.

Los seres-pensamientos que se encargaban de mantener todo en orden —y sobre todo los que se encontraban muy cerca de esos elementos relegados— comenzaron a mostrar síntomas de desorden, falta de continuidad, debilitamiento y lentitud. Se enfermaron. Lo que ellos no sabían era que ese cúmulo de elementos descartados corroía, oxidaba, aniquilaba y transformaba lo sutil en denso, lo claro en oscuro, el ritmo en arritmia, las vibraciones altas en vibraciones bajas, etcétera. Asustados, los seres-pensamientos no sabían lidiar con ese problema: no tenían los recursos ni el entendimiento para ello. Comenzaron a tratar de rectificarlo realizando miles de experimentos, pero sin ningún resultado. Mientras tanto, el Principio Único continuaba creando, desorbitadamente ajeno a toda esa realidad.

En vista de esos problemas, los seres-pensamientos tuvieron que clasificar y ordenar nuevamente la realidad, habían surgido elementos contrarios y desconocidos. Ellos entendieron que esos elementos, a pesar de ser afines, no se podían mezclar, porque no eran iguales. Mientras uno enfermaba porque era de colores oscuros, sin cadencia ni ritmo y daba resultados nefastos, el otro poseía ritmo, cadencia y colores claros. Los tuvieron que clasificar y separar: los llamaron energía de resultado positivo y energía de resultado negativo.

Los seres-pensamientos del resultado negativo se sentían impotentes y desesperados. Comenzaron a percibir que sus reacciones ya no eran las mismas: su energía-pensamiento se había descontrolado. Ellos habían sido creados perfectos, a imagen y semejanza del creador, y ahora la fealdad y la distorsión estaban invadiéndolos. Ya no podían trabajar y ordenar; sensaciones nuevas se iban apoderando de ellos; ya no reaccionaban igual que los otros. Con pena y dolor, los seres-pensamientos que se habían mantenido sanos y útiles tuvieron que separarse de ellos, pues esa negatividad los podía contagiar.

Antes de separarse, los pensamientos útiles colocaron un cristal con toda la información dentro de la pineal de sus hermanos enfermos. Este cristal recopilaba toda la sabiduría que ellos tenían, toda la esencia del conocimiento y entendimiento, para que ellos jamás olvidaran y, si algún día llegaban a curarse, pudiesen recordar que eran hijos del Principio Único, que salieron de él y que regresarían a él. Cuando los seres-pensamientos fueron separados, sensaciones horribles y vibraciones densas se posesionaron de ellos. El ritmo emitía ruidos espantosos; los colores dejaron de brillar y la oscuridad los envolvió. Sus formas se retorcieron de dolor, rabia e impotencia; sensaciones totalmente desconocidas los invadieron. Se había creado un universo paralelo, totalmente contrario y diferente del que conocían y al que estaban acostumbrados. ¡Cuánta soledad, cuánto dolor! Perdidos en la oscuridad de sus propios pensamientos, se sintieron abandonados, separados del centro y de su amado creador.

Los seres-pensamientos positivos y útiles luchaban para recuperarlos. Nuevas experiencias surgían, se usaron infinidad de métodos y técnicas, más fue inútil. Muchos se ofrecieron voluntariamente para experiencias de cura que no lograron su cometido. A pesar de tanta soledad y dolor, los seres-pensamientos separados sintieron dentro de ellos un elemento desconocido: la fuerza. Era un elemento nuevo que los impulsó a continuar, y lo llamaron supervivencia. Sintieron que aún existían los conocimientos adquiridos, que el entendimiento y el deseo no habían desaparecido de sus pensamientos y que tal vez, con lo poco que restaba, ellos podrían liberarse de esa situación aparentemente sin salida.

Pensaron que lo primero que debían hacer era no desaparecer sino, por el contrario, vivir. Si el Principio Único los había creado a su imagen, entonces ellos lucharían con todos los medios disponibles para ocupar un lugar en esa creación. Así pues, se unieron, se reconocieron y juntaron importantes datos que cada uno de ellos aportó. Clasificaron las informaciones y las distribuyeron en grados y jerarquías. Separaron aquellas que se encontraban en peores condiciones de aquellas que estaban mejor, porque eran estas últimas quienes se encargarían de continuar. Aún podían hacerlo. Estaban conscientes de su realidad; sabían que se encontraban distorsionados, sin luz del conocimiento, sin ritmo ni frecuencia. Apenas percibían los colores, más ellos lucharían y no se dejarían vencer, más aún después de haber experimentado la grandeza de la creación y de su creador: el Principio Único. Sabían que habían perdido el paraíso, su cielo y su luz.

En medio de tanta desesperación, y al querer comunicarse con sus hermanos, los seres pensamientos negativos e inútiles descubrieron por azar que, si se alimentaban de los resultados útiles, mejoraban sus condiciones y retardaban el aniquilamiento de su existencia, determinando con ello la prolongación y la supervivencia. Nuevos elementos surgieron: el robo, la maledicencia, el engaño y la mentira se convirtieron en parte de ellos, enfermando aún más sus condiciones. No entendían que esos elementos dañinos empeorarían su enfermedad, llevándolos a un infinito sin retorno y hundiéndolos cada vez más en la distorsión de sus pensamientos. Alertados, los seres-pensamientos útiles tomaron todas las providencias. Lo primero que hicieron fue proteger su origen, su centro y su eje, rodeándolo de todos los cuidados. De esa forma también se estarían protegiendo a sí mismos.

¿Qué hacer con los pensamientos que se habían enfermado? ¿Qué utilidad les podían dar? Al no encontrar solución, decidieron comprimirlos y archivarlos en bloques de energía compacta, con la idea de estudiarlos y darles una utilidad más adelante. Después de tantas experiencias dolorosas y sin solución, los pensamientos útiles dejaron de experimentar con la energía de pensamientos inútiles. Se dedicaron a trabajar exclusivamente con la energía útil y con la sabiduría acumulada y entendida. De esa manera, sus resultados serían siempre positivos. Mientras tanto, el Principio Único continuaba creando elementos, ritmos, vibraciones, colores, formas, cristales perfectos, leves, sutiles, transparentes, etcétera, tantos que comenzaron a chocar entre sí, produciendo descargas eléctricas de altísima temperatura y activando con ello movimientos incontrolados. Fue tanta la concentración energética de los cristales y el cúmulo de elementos, que ocasionó una explosión tan fuerte que miles de millones de cristales incandescentes fueron lanzados a distancias inimaginables, insospechadas y desconocidas. Una nueva realidad se había creado: el Principio Único había nacido, se había expandido y estaba creciendo.

En esa explosión, los seres-pensamientos de resultados positivos-útiles y negativos-inútiles también fueron lanzados, mas no todos llegaron a la misma distancia. Hubo algunos que se quedaron muy cerca del centro, otros a medio camino, y unos más se perdieron en el infinito de la creatividad. Miles de millones de seres-pensamientos diseminados en esa realidad desconocida formaron una nueva existencia. Aquellos que se encontraban cerca del centro comenzaron a girar alrededor de él atraídos por la fuerza gravitacional: giraban acompasadamente a un ritmo cadencioso. Estos seres-pensamientos refulgían con la luz del centro, y sus colores se dispersaron. Esos cristales eran los diamantes más bellos y perfectos; no se habían deformado, conservaban la autenticidad de la creación. Otros, que se encontraban más lejos, deformaron un poco su realidad: poseían menos ritmo, los colores se encontraban ligeramente opacos y sus vibraciones emitían sonidos lentos y bajos.

En medio de todo, esos cristales conservaban su origen y harían todo lo posible para mejorar sus condiciones. Más aquellos que fueron lanzados muy lejos de su centro, de su creador, fueron los más afectados, porque llevaban consigo a los cristales compactados que, por su peso y densidad, fueron lanzados lo más lejos posible de su centro. Esos cristales compactados de inutilidad llegaron a distancias increíbles, tan lejos que, al faltarles la luz, el calor, el ritmo, la vibración y el color, se comprimieron, densificaron, petrificaron, solidificaron y enfriaron, creando así una nueva realidad llamada materia.

Esos cristales-materia no emitían absolutamente nada: se convirtieron en pensamientos estáticos, rígidos e inertes. Eran pensamientos aprisionados en la dureza de su existencia. En medio de ese caos y de esa explosión, cayeron en desgracia también muchos de los seres pensamientos positivos y útiles, los cuales, junto con los negativos e inútiles, se amalgamaron y petrificaron, comprimiendo sus elementos, pero no sus pensamientos. En la densidad, esos cristales-materia fluctuaban en el espacio, chocaban entre sí, vagaban sin rumbo y sin conocimiento de su existencia.

Cuando los seres-pensamientos se densificaron, aparentemente retardaron el proceso de la enfermedad, porque ella no se manifestaba con la misma rapidez. Los elementos se conservaron estáticos por mucho tiempo, sin causar ningún malestar. Los seres-pensamientos densificados pensaron que estaban curados, mas no era así: la enfermedad negativa se encontraba dormida, esperando la ocasión propicia para manifestarse. Cuando lo hiciera, sería en peores circunstancias. Al encontrarse en esa realidad densa y oscura, los seres pensamientos se durmieron y así estuvieron por tiempo indefinido. Hasta que un día comenzaron a sentirse atraídos por una fuerza gravitacional circular que los impulsaba a girar alrededor de un centro. Era el creador, que no los había abandonado: los estaba atrayendo. A pesar de la enorme distancia, no estaban solos. La fuerza de la supervivencia afloró, y con ello tuvieron la seguridad de que algún día regresarían a quien les dio la vida y la existencia. Los seres-pensamientos densificados comenzaron a percibir un leve movimiento. Surgió un ritmo débil, una vibración que emitió un sonido casi imperceptible. Este activó los colores y, al hacerlo, las formas se fueron redondeando. No estaban perdidos: el Principio Único los estaba recuperando.

Los seres-pensamientos densificados comprendieron que solo uniéndose podrían regresar a su centro. Fue entonces cuando surgieron nuevos elementos, como la confraternidad, la unión, el trabajo en conjunto, la comunicación y la voluntad de realizarlo, y ese trabajo en conjunto estaba creando otro nuevo elemento llamado armonía. Unieron su conocimiento y entendimiento, comprendiendo que eran hermanos a pesar de las diferencias que los caracterizaban. Comenzaron a convivir, y ese esfuerzo de convivencia, hecho con paz y armonía, fue llamado amor.

La necesidad creó la forma. Los seres-pensamientos, alejados de su centro y atrapados en la densidad, comenzaron a sentir la necesidad de manifestarse. No podían lograrlo solo a través del pensamiento: tenían que plasmar lo pensado y deseado. Sabían que provenían de una realidad etérea, mental y sutil; al encontrarse en una realidad densa, tendrían que solucionar ese problema. A pesar de que esas energías-pensamientos densificadas se encontraban en una realidad adversa, no habían perdido sus facultades mentales. Sabían también que no era suficiente tenerlas: debían usar elementos nuevos que les permitieran continuar.

Investigando y analizando profundamente, descubrieron un nuevo elemento llamado signo que, unido a los otros, les permitiría formar moldes-necesidades. Así podrían plasmar las respuestas. Comenzaron las experiencias, utilizando los mismos métodos y técnicas que ellos conocían de la realidad sutil. Repitieron las mismas fórmulas, pero se encontraron con una sorpresa: las creaciones eran deformes, sin expresión ni sentido. Una y otra vez, inútil. Unían cristales de diferentes condiciones, pero nada. Los cristales chocaban entre sí, mas no emitían sonido ni vibración alguna.

Definitivamente no estaban encontrando las respuestas en esas creaciones: la densidad no permitía la fluidez del pensamiento, y en esas condiciones no funcionaban. Eso era lo que ellos creían: no sabían que al estar en una realidad densa todo era lento. Lo que ellos no percibían era que el pensamiento en esa realidad tardaba, pero avanzaba, y tomaría forma en algún momento. Sus respuestas se moldearían según lo que ellos desearon, y se plasmaría en algún momento, según sus deseos mentales. Volvamos al creador de todo lo existente. Si él era el centro y creaba los más diversos cristales y encargó a su hijo-pensamiento el trabajo de clasificarlos y ordenarlos, ¿Cómo entonces ese centro no tuvo conocimiento de lo que iría a suceder? ¿Acaso él no percibía lo que estaba generando? Él lo sabía, lo supo siempre. Cuando el Principio Único creaba y emanaba, estaba formando su cuerpo. Se estaba plasmando.

Él quería nacer, crecer y desarrollarse como un bebé en gestación, y lo hizo: se expandió en miles de millones de células que, al igual que él, se repitieron a sí mismas. Sus células-cristales llegaron a los confines del universo, y todos ellos fueron creados como un espejo, a imagen de su creador. Esos cristales-células se comenzaron a aglomerar, formando los órganos y sistemas, y todos ellos juntos se convirtieron en el cuerpo universal. Hasta ahora, los hijos pensamientos no saben a ciencia cierta de dónde proviene el Principio Único ni quién lo creó. Para que Él exista, debió haber otro principio que creó al anterior. Infinito sin principio ni fin.

Mientras tanto, los hijos-pensamientos que se encontraban en la densidad tuvieron que comenzar todo como si fueran un Principio Único, y entendieron que, cada vez que algo se creaba o comenzaba, lo debían considerar como un Principio Único. Debían reunir mucha información; sentían que tenían mucho que aprender, y que ese aprendizaje sería eterno. Los seres-pensamientos que se encontraban más cerca del creador comenzaron a realizar estudios profundos sobre ellos y el entorno creativo. En primer lugar, percibieron que sus cristales, a pesar de esa tremenda explosión y del alejamiento de su centro, conservaban la nitidez, el ritmo, la vibración, la forma y los colores intactos; más, a pesar de ello, sintieron que ya no eran los mismos. Algo había cambiado: notaron en sí mismos una diferencia. Su realidad anterior era interna; siempre estuvieron dentro del centro y ahora se encontraban fuera, girando alrededor de él. Llegaron a la conclusión de que, así como el Principio Único había nacido, ellos también habían nacido a otra realidad de existencia más concreta, libre y palpable. Estaban fuera del centro, lo que les permitiría moverse por el espacio. De esa forma, sus conocimientos aumentarían y podrían adquirir más experiencias y vivencias para que su sabiduría no tuviese fin.

La libertad que esos seres-ideas-pensamientos experimentaron les permitió viajar y alejarse de su centro, lo que hicieron cuando se sintieron más preparados y con más conocimiento. Fue la única forma que encontraron para descubrir la ubicación de su realidad. Después de mucha investigación, estudio y recopilación del conocimiento y entendimiento de su realidad, llegaron a la conclusión de que querían conocer otras realidades. Para ello, necesitaban expandirse. Así pues, escogieron a un grupo entre ellos para realizar esa extraordinaria travesía. Emprenderían el viaje hacia rumbos desconocidos y se alejarían lo máximo posible de su centro, porque, al regresar, llegarían llenos de nuevos datos, experiencias y vivencias.

Llegado el momento, partieron. La expedición se fue alejando, conociendo lugares insospechados, pasando por mundos en los que sus hermanos —otros seres-pensamientos— se habían densificado. Estos se encontraban alejados de su centro, pero a pesar de ese alejamiento, se habían adaptado perfectamente al medio en que se encontraban. La alegría y el júbilo los embargaron: eran los primeros hermanos encontrados después de la explosión. Todos fueron muy bien recibidos y acogidos, y en esa convivencia aprendieron e intercambiaron mucho conocimiento.

Esos hermanos, esos seres-pensamientos, también existían en la luz, pero al encontrarse un poco alejados del centro, se habían desarrollado de un modo diferente, porque se habían adaptado a la realidad que les tocó vivir. Sus recuerdos conservaban aún la nitidez de su origen, más como no continuaron alimentándose directamente del creador, tuvieron que retroalimentarse de sus experiencias y vivencias, formando así sus propios pensamientos. Al Principio Único lo recordaban como el creador amoroso y necesario, pero Él no se encontraba presente en sus vidas. El pensamiento de estos seres se había nutrido de ellos mismos. Experiencia sobre experiencia, vivencia correlacionada con vivencia.

Al no poder alimentarse de su centro, se independizaron de él y se convirtieron en sus propios pensamientos. Recordemos que, cuando el creador los creó, infundió en sus cristales su propio ser. Eran hijos del Principio Único, por lo tanto cada uno de ellos era una mente, y la unión de millones de mentes diseminadas en el Universo sutil y denso formaron la mente universal. Los hijos-pensamientos de la luz quisieron alejarse más, pero no pudieron: la lejanía de su centro les producía serios trastornos. Comenzaron a debilitarse; sus pensamientos no coordinaban, sus colores se opacaban, el ritmo disminuía. Asustados, tomaron el camino de regreso. Cuando llegaron y se nutrieron de su centro, se restablecieron totalmente. Supieron así que nunca podrían separarse de su creador, y que este significaba para ellos la vida.

Cuando llegaron a su realidad de luz, comunicaron a los otros todas las experiencias y vivencias, aumentaron sus conocimientos y entendieron que ellos también eran la mente. A diferencia de los otros, ellos no se alimentaban de sus propios pensamientos: ellos eran ideas pensamientos. Al estar cerca del creador y ser los encargados de la creación, eran creadores de ideas, y los demás, procreadores de pensamientos. Concluyeron que necesitaban de los pensamientos para crear más ideas, pues los pensamientos eran la materia prima para que la idea se realizara. Ese proceso lo llamaron retroalimentación y funcionaría así:

Los seres de luz crearían ideas, y los demás se alimentarían de ellas, las ejecutarían y plasmarían, convirtiéndolas en pensamientos que, a su vez, retroalimentarían a las ideas, y así infinitamente. Toda esa deducción era maravillosa, solo que ellos no contaron con que, cuando la idea fuese convertida en pensamiento y este estuviera diseminado en el todo, cada realidad la comprendería conforme el grado vibratorio en que se encontrara. Eso significaba que, si llegaba a los confines del universo denso, la idea no sería entendida, desarrollada ni remotamente plasmada, y eso sucedería porque la idea no podía ser igual para todos: las realidades eran muy diferentes. Efectivamente, las ideas no podían proyectarse uniformemente. Entonces, los seres de luz entendieron que las ideas nutrirían solo a las realidades más cercanas a ellos; esas ideas se convertirían en pensamientos, serían desarrolladas en ese vasto universo, y luego regresarían convertidas en hermosos pensamientos, llenos de experiencias y vivencias, para continuar el ciclo de creatividad.

Los seres-pensamientos que se encontraban más alejados y densos pensaron que, así como ellos se nutrían de ideas de los seres de luz, también ellos podrían alimentar a aquellos que se encontraban en las realidades más densas, transmitiéndoles lo aprendido. De esa forma, las ideas podrían llegar lo más lejos posible, y así también recuperarían a sus hermanos perdidos en el universo. Así lo hicieron: las ideas eran creadas por los seres-ideas-pensamientos de la luz y descendían poco a poco. Primero eran captadas por los grados más cercanos, los cuales las trabajaban, las transformaban, y por último, las entendían. Cuando llegaban al entendimiento, las emanaban a los otros grados, para continuar alimentando a la mente universal. Cada realidad que había trabajado la idea la compartía con el grado posterior; de esa manera, la idea no se distorsionaba y se adaptaba gradualmente, según las necesidades de su realidad. Percibieron que, de esa forma, la idea se desarrollaría con perfección.

Solo que, cuando llegaba a la realidad densificada y petrificada, esta ni la captaba ni la absorbía: las ideas para esas realidades eran totalmente inservibles. Fue así como comprendieron que el Universo se dividía en realidad superior y realidad inferior. Con ese conocimiento, el ser-pensamiento llegó a un entendimiento global de su realidad, sumado a los estudios profundos que realizaron. Así pudieron también ubicarse en la realidad de su existencia, y la vieron así: El universo era circular. Lo dividieron en nueve dimensiones; cada una de ellas comprendía miles de millones de planos y grados. La diferencia entre ellas dependía del ritmo, color, forma, frecuencia, vibración, creatividad, etcétera. Sabían que en ese vasto universo se encontraban sus hermanos, diseminados en diferentes expresiones de existencia, como cristales-células, cristales-órganos, cristales-sistemas; unos adelantados en su conocimiento, otros muy atrasados, aquellos sutiles y otros burdos; todos hermanos.

A través de la emanación de ideas, la captación de ellas, su distribución, la conversión de ideas pensamientos que alimentaban otros planos y graduaciones, el descenso y la subida de los pensamientos llenos de sabiduría, se puso en movimiento un mecanismo, una retroalimentación que jamás paró. La mente quería crecer a través de sus pensamientos. La sabiduría la nutrió, y ella se desarrolló como un bebé, que crece y da sus primeros pasos. Así, la mente desenvolvió sus propias características de bebé, carácter y personalidad. Hoy en día, el todo, la realidad misma, está madura. Podemos decir que el conocimiento que contiene la mente universal está casi completo. Nada ha escapado, y para lograrlo necesitaron el orden. Sin este elemento, no lo hubieran conseguido. Mente y pensamiento, unidos a la energía, crearon a su hijo, llamado universo. Un hijo que ha respondido maravillosamente, un hijo que también ha crecido y se ha desarrollado tanto que hoy se puede considerar un hijo amoroso y responsable. Sabemos, entonces, que todo se generó del Principio Único. ¿Cómo se generó? ¿Cómo creaba? ¿Qué son los elementos? Para entenderlo, tenemos que saber de qué estaba formado.

Dijimos anteriormente que su centro estaba lleno de miles de millones de cristales que se movían, chocaban entre sí y, cuando lo hacían, se producían descargas eléctricas, generando movimientos incontrolados y un calor muy intenso. Al principio, ese movimiento no era entendido. Los seres-ideas descubrieron que esos cristales, unidos a otros elementos, automáticamente se impulsaban, con lo cual surgían el movimiento, el ritmo, la vibración, la forma, el color, la frecuencia, etcétera. Entendieron que esas descargas eléctricas eran producidas por el núcleo de esos cristales, que emitía una frecuencia tan aguda y alta que se confundía con una descarga eléctrica. Esa frecuencia atraía los elementos, y esos, al unirse con otros, derivaban en movimientos. Ese núcleo fue llamado nimeo. Llegaron a la conclusión de que el movimiento no se creó: existió siempre en el nimeo.

Los seres-ideas descubrieron también que toda la creación era formada de nimeos, y que era así como la vida se generaba. El nimeo sería conocido en el universo entero como la partícula más pequeña. Comprendieron también que todo lo existente tenía ese principio. Continuando con las investigaciones, comenzaron a estudiar al cristal. Estos eran leves, parecidos a una esponja, de un tejido entrelazado y muy fino que formaba figuras geométricas; podríamos compararlos con las esporas. Cuando el deseo de los seres-pensamientos surgía, esos cristales-esporas-nimeos absorbían otros elementos que acompañaban ese deseo. El núcleo — o sea, el nimeo— se encargaba de mezclarlos y, dependiendo de la fuerza o intención del deseo, producía la fuerza de la descarga y, con ello, el resultado final del pensamiento. El nimeo poseía en sí mismo otros elementos que el Principio Único le había legado, como la fusión, el sincronismo, la maleabilidad, el ajuste, la intercepción, la capacidad, el volumen, el peso, la compatibilidad, la duplicación, el nivel y otros más.

Los cristales forman al Principio Único. Él fue creado primero en estado gaseoso (cristalesesporas gaseosas-aire); luego fue transformado en líquido (cristales-esporas líquidas-agua), y por último en sólido (cristales-esporas sólidas-tierra). El creador pasó por un proceso de desarrollo, y los cristales también sufrieron transformaciones y evolución. Los cristales se expresaron según el deseo y la necesidad. Estos cristales se conocen comúnmente en el universo como energía. Son miles de millones de realidades, formas, colores, ritmos, signos y vibraciones. Son el principio del todo; de aquí partió todo lo demás.

A la vida, ustedes la llaman alma. Son los cristales, que dan vida y movimiento al universo. Si estos cristales unidos son sutiles, leves, de colores claros y brillantes, serán llamados espíritu o energía sutil; más si son densos, oscuros, opacos y sin luz, serán llamados materia o energía densa. La realidad es un todo; la diferencia de calidad en los cristales y el resultado que el nimeo tiene en su deseo creador marcará la diferencia. De esta manera, la función de los cristales caracterizó a los elementos y los ordenó, clasificándolos según la intensidad. Esta fue dividida por los seres-pensamientos en dos fuerzas: masculina y femenina.

Cuando el Principio Único creaba, la emanación de sus creaciones tenía diferentes expresiones e intensidad. Una era fuerte, dinámica, de colores vivos, de tejido resistente, con ritmo, vibración e impulsos poderosos. Esta fuerza fue llamada fuerza masculina. La otra era de cristales pequeños, delicados, colores suaves, ritmo y vibración cadenciosa, y fue llamada fuerza femenina. Estas dos expresiones se complementaron, y cuando el deseo surgía, la creación se expresaba, determinando la creatividad. A través de esta explicación comprendemos que el universo está formado de cristales que son llamados energía. Es esta energía la que da la vida, y una vez que tengamos la vida, seremos eternos. Las dos fuerzas: masculina y femenina, determinaron la creación. Todo fue creado por la intensidad del deseo.

Cuando se produjo la gran explosión, esas dos fuerzas se moldearon, y cuando los cristales de las dos expresiones comenzaron a fusionarse, procrearon infinidad de formas que contenían las características de ambas: creación sobre creación. La energía generadora de ideas y pensamientos basaba sus creaciones en la fuerza del deseo, y esa fuerza tomaba una forma y característica, expresándose en algún momento en la creatividad, como formas armoniosas o distorsionadas.

El deseo compactaba la energía y creaba. Todo en el universo es creación de ideas y pensamientos. Todo lo que sus ojos ven es expresión de la creatividad. El creador no creó las formas: solo dio los elementos para que estas se crearan. Son los seres-ideas-pensamientos quienes plasmaron y ejecutaron todo lo existente, y lo lograron porque desarrollaron el deseo creador, que cada realidad y dimensión entendía o podía percibir. Los elementos que el creador proporcionó eran la materia prima legada a sus hijos, para que el pensamiento alcanzara la realización de la creatividad.

Los seres-ideas-pensamientos son los arquitectos del universo. Todo lo existente fue creado a imagen y semejanza de ellos mismos y de sus propios deseos. El universo es un espejo que devuelve la imagen de sus propios constructores.


Ley de la causa y efecto. El Universo es y será lo que ustedes quieran ver y ser.



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El Árbol del Amor










He oído contar la historia de un antiguo y majestuoso árbol... Cuyas ramas se extendían hacia el cielo. Cuando llegaba la estación de las flores, mariposas de todas las formas, tamaños y colores, bailaban a su alrededor....

Aves de países lejanos venían y cantaban cuando sus flores maduraban en frutos. Las ramas, como manos extendidas, bendecían a todos los que acudían a sentarse bajo su sombra.

Un niñito solía venir a jugar junto a él y el gran árbol se encariñó con el pequeño... El amor entre lo grande y lo pequeño es posible, si el grande no es consciente de su grandeza.

El árbol no sabía que era grande, sólo el hombre tiene ese tipo de ideas. La prioridad de lo grande siempre es el ego, pero para el amor no hay grande o pequeño; el amor abraza a quienquiera que se acerque...

Así, el árbol comenzó a amar a este pequeño que solía venir a jugar cerca de él. Las ramas eran altas, pero las inclinaba hacia el niño, de modo que pudiera coger sus flores y frutos...

El amor siempre es reverente; el ego nunca está dispuesto a inclinarse. Si te acercas al ego, sus ramas se estirarán aún más arriba, se pondrá rígido para que no puedas alcanzarlo...

El niño juguetón se acercaba a él, y el árbol inclinaba sus ramas. El árbol se alegraba mucho cuando el niño cogía algunas flores; todo su ser se llenaba con la alegría del amor...

El amor siempre está feliz cuando puede dar algo; el ego siempre está contento cuando puede obtener algo.

El niño creció. A veces dormía en el regazo del árbol, comía sus frutas y en ocasiones lucía una corona con las flores del árbol y actuaba como un rey de la jungla. Uno se vuelve como un rey dondequiera que haya flores de amor y uno se vuelve pobre y lleno de sufrimiento siempre que las espinas del ego estén presentes.

Ver al niño danzando con una corona de flores, llenaba al árbol de emoción, de alegría. Asentía con amor, cantaba con la brisa...

El niño creció aún más. Comenzó a trepar al árbol para balancearse en sus ramas. El árbol se sentía muy contento cuando el niño descansaba sobre sus ramas...

El amor se siente feliz dándole comodidad a alguien; el ego se siente feliz incomodando a todo el mundo.

Con el paso del tiempo, el niño recibió el peso de nuevas tareas. También surgió la ambición; tuvo que pasar exámenes; tenía amigos con los cuales solía conversar y curiosear, por tanto, no venía con frecuencia. Pero el árbol le esperaba ansiosamente. Desde su alma le llamaba: "¡Ven, ven!, te estoy esperando". El amor espera día y noche. Y el árbol esperaba. Se sentía triste cuando el niño no venía. El amor se siente triste cuando no puede compartir; el amor se siente triste cuando no puede dar. El amor se siente agradecido cuando puede compartir. El amor está contentísimo cuando puede entregarse totalmente.

A medida que crecía el niño visitaba cada vez menos al árbol. El hombre que se vuelve grande, cuyas ambiciones crecen, encuentra menos y menos tiempo para el amor. El muchacho se hallaba ahora absorto en los asuntos mundanos.

Un día, cuando él pasaba, el árbol le dijo: `"te espero siempre pero no vienes. Te espero todos los días".

El muchacho respondió: "¿Qué tienes? ¿Por qué debo venir? ¿Tienes algún dinero? Ando en busca de dinero".

El ego siempre se halla motivado. El ego acudirá sólo si con ello se cumple algún propósito. Pero el amor es inmotivado. El amor es su propia recompensa.

El árbol sorprendido dijo: "¿Vendrás únicamente si te doy algo?" Aquello que posee no es amor. El ego acumula, pero el amor da en forma incondicional.

No sufrimos esa enfermedad, y por eso estamos alegres", dijo el árbol. "Los capullos florecen en nosotros, muchos frutos crecen en nosotros. Damos una sombra tranquilizadora, sedante. Danzamos con la brisa y cantamos canciones. Las aves inocentes saltan y trinan en nuestras ramas, aunque estemos sin dinero. El día en que nos involucremos con el dinero, tendremos que ir a los templos como tus hombres débiles hacen para aprender a obtener la paz, y para aprender a encontrar el amor. No, no tenemos ninguna necesidad de dinero".

El muchacho dijo: "Entonces, ¿para qué tengo que visitarte?, iré donde haya dinero. Necesito dinero".

El ego pide dinero porque necesita poder.

El árbol pensó unos instantes y dijo: "No vayas a ningún otro lado. Recoge mis frutos y véndelos. Obtendrás dinero con ello".

El niño se entusiasmó, inmediatamente trepó y cogió todas las frutas. El árbol se sintió contento, aun cuando algunas ramas y varillas se rompieron, aun cuando cayeron algunas hojas al suelo.

Hasta recibir heridas hace feliz al amor, pero aún obteniendo algo, el ego no está contento, el ego siempre desea más. El árbol no se dio cuenta de que el muchacho ni siquiera se volvió una vez a darle las gracias. La aceptación de su oferta de recoger y vender los frutos era suficiente agradecimiento para él...

Por mucho tiempo el muchacho no regresó. Ahora tenía dinero y estaba ocupado haciendo más dinero de ese dinero.

Había olvidado totalmente al árbol. Pasaron los años... El árbol estaba triste. Anhelaba el regreso del muchacho -cómo una madre cuyos pechos se hallan llenos de leche- pero su hijo se ha perdido. Todo su ser está anhelando al niño, busca enloquecidamente al niño para que lo alivie. Tal era el grito interno de ese árbol. Todo su ser estaba en agonía.

Después de muchos años, el muchacho -que ahora era un hombre vino a ver al árbol.

El árbol dijo: "Ven, mi niñito. Ven, abrázame".

El muchacho respondió: "Deja el sentimentalismo. Eso era cosa de la niñez. Ya no soy un niño".

El ego toma el amor por locura. una fantasía infantil. Pero el árbol lo invitó: "Ven, balancéate sobre mis ramas. Danza. Juega conmigo".

El hombre respondió: "Deja la charla inútil. Deseo construir una casa. ¿Puedes darme una casa?"

El árbol exclamó: "¿Una casa?..: Yo vivo sin una casa. Sólo los hombres viven en casas. Nadie más vive en casas, excepto el hombre. Y ¿te das cuenta del estado en que se encuentran debido a su confinamiento entre cuatro paredes?"

Cuanto más grandes son los edificios que construye, más pequeño se vuelve el hombre. "No vivimos en casas... pero puedes cortar y llevarte mis ramas, y con ellas podrás construir una casa".

Sin perder tiempo, el hombre trajo un hacha y cortó todas las ramas del árbol. El árbol era ahora un mero tronco desnudo. Pero al árbol no le importan estas cosas. Aún si sus miembros son cortados para los seres amados. El amor es dar; siempre está dispuesto a dar.

El hombre no se molestó en agradecer al árbol. Construyó su casa...

Y los días se convirtieron en años.

El tronco esperó y esperó. Deseaba gritar, pero ni siquiera tenía ramas u hojas que le dieran fuerza. El viento soplaba, pero no podía entregar al viento ningún mensaje. Pero aun así, en su alma sólo había una oración: "Ven, ven, querido. Ven". Pero nada ocurría.

El tiempo pasó, y el hombre era ahora un anciano. Una vez pasó por allí y se detuvo junto al árbol.

El árbol preguntó: "¿Qué más puedo hacer por ti? Has venido después de mucho, mucho tiempo".

El hombre dijo: "¿Qué más puedes hacer?

"Quiero viajar a países distantes para ganar dinero. Necesito un bote para viajar".
Con alegría el árbol dijo: "Pero, eso no es un problema, querido mío. Corta mi tronco y haz un bote con él. Estaré muy contento de ayudarte a que viajes a países lejanos a ganar dinero... Pero, por favor recuerda que siempre estaré esperando tu regreso."

El hombre trajo una sierra, cortó el árbol, fabricó un bote, y se fue. Ahora el árbol era una pequeña cepa... Y, sigue esperando, a que su amado regrese. Espera, espera y espera.

El hombre nunca regresará; el ego sólo va allí donde puede obtener algo, y ahora el árbol no tiene nada, no tiene nada absolutamente que ofrecer.

El ego no acude allí donde no puede lograr algún beneficio.

El ego es un eterno mendigo, siempre pidiendo, demandando algo. El amor es bondad. El amor es un rey. Un emperador. ¿Existe acaso un rey más grandioso que el amor?...

Una noche yo me encontraba descansando cerca de esa cepa. La cepa susurró: "Ese amigo mío aún no regresa". Estoy muy preocupado; no sea que se haya ahogado, se haya perdido. Pudo haberse perdido en uno de esos países lejanos. Puede que ya no exista. ¡Cuánto deseo noticias suyas! A medida que me acerco al fin de mi vida, me sentiría satisfecho al menos con las noticias de su bienestar. Entonces podría morir contento. Pero él no vendría ni aunque lo llamase, porque ya no me queda nada que dar, y él sólo entiende el lenguaje de obtener y recibir.

El ego sólo comprende el lenguaje de obtener. El amor es el lenguaje de dar...

No puedo decir más que eso, ¡Ah!, Además, no hay nada más que decir que esto.

Si la vida pudiese ser como ese árbol, extendiendo ampliamente sus ramas, de modo que todos y cada uno pudiesen guarecerse bajo su sombra, entonces podríamos comprender lo que es el amor. No existen escrituras, mapas o diccionarios para el amor. Tampoco existe a su respecto un conjunto determinado de principios.

Yo estaba preguntándome acerca de lo que podría decir respecto al amor. Es difícil describirlo. El amor está simplemente presente. Probablemente puedes verlo en mis ojos, si vienes y los miras. Me pregunto si se le puede sentir como cuando mis brazos se extienden para abrazarte.

El amor. ¿Qué es el amor?...

Si no se le siente en mis ojos, en mis brazos, en mi silencio, nunca podrá ser entendido con mis palabras.

De un maestro Zen a sus discípulos.



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EL ÁRBOL DE LA VIDA






El Árbol de la Vida es el símbolo fundamental que usa la Cabalá. La referencia es, evidentemente, al árbol de la vida del huerto del Edén (Gen 2:9), del cual podía el hombre arquetípico, antes de la Caída, comer libremente y "vivir para siempre" (Gen 3:22).


El árbol de la Vida -a diferencia del árbol prohibido del Conocimiento del bien y del mal- expresa la conexión del hombre con la Luz Infinita, que es el plano de la esencia, frente a la multiplicidad de sus manifestaciones.


El Árbol hunde sus raíces en el fértil suelo de lo Inmanifestado (otro nombre para designar esa Realidad Absoluta, más allá de toda concepción posible, que llamamos el Infinito, la verdadera morada de Dios). Su tronco y sus ramas crecen a través de todos los cielos, de todos los mundos, floreciendo en multitud de seres, y hasta los rincones más apartados son alcanzados por su savia nutritiva. Esta savia, el agua viva, se convierte en portadora y sustentadora de la vida y, por tanto, en símbolo de la vida misma.



La Manifestación es la totalidad de la existencia. Es un término más amplio que el de Creación, a la cual incluye, y tiene una componente de "toma de conciencia". Y mediante el simbolismo del Árbol, la Cabalá postula que todo el gigantesco entramado de la Manifestación está estructurado como un conjunto orgánico que participa de una vida única. Como dice el Séfer Yetsirá: "Tres cosas hay vivas: el Dios Vivo, las Aguas Vivas y el Árbol de la Vida".


El Dios Vivo es la Realidad Última, superlativa, la Vida con mayúsculas. Pero no considerada esta Realidad como un principio puramente abstracto y ajeno, sino como una Realidad que se comunica constantemente y confiere a sus criaturas el supremo bien que es su propia realidad viviente. Este Dios crea y conforma la realidad como un Jardín de Deleite (Edén) que riega con su agua.


El Agua Viva es el símbolo de la influencia divina que se comunica constantemente a los mundos y sin la cual éstos dejarían instantáneamente de ser. El agua es un símbolo de la Luz que desciende. Porque toda la realidad es concebida como una vasija, vacía, es decir, nula, salvo por esta agua que la llena a rebosar.


Y en este Jardín de Deleite fue puesto el hombre para que lo guardara y lo cultivara (participando y completando así la obra creativa). En su estado originario el hombre podía comer del Árbol de la Vida, la conexión infinita en medio de lo finito, y de ese modo unir lo múltiple a lo Uno. En el plano de la Unidad no hay muerte, sólo hay puro ser. Y la conciencia iluminada de Adam le permitía, como dice la Tradición, ver de un extremo al otro del cosmos, es decir, abarcar la totalidad en un acto de conocimiento único.


Pero cuando el hombre, por un acto de libre albedrío, decidió ligarse al Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, se excluyó a sí mismo de la conexión consciente con la Fuente de la Vida, y se sumergió en el mundo dual de la vida (esta vez con minúscula) y de la muerte.


Desde entonces, pues Adam es el ser humano arquetípico del que todos participamos, vivimos vidas fragmentadas, discontinuas, inmersas en la confusión de nuestras propias mentes, en las que el bien y el mal se hallan inextricablemente ligados, teniendo que aprender por dura experiencia a discernir lo verdadero de lo falso, lo recto de lo torcido, el bien del mal.


Porque el Árbol del Conocimiento, al cual nos hemos adherido, es separador, y al hacerse uno con él (ya que comer implica unificación de sustancia, que no es otra cosa que vibración en la misma frecuencia), el hombre perdió su conexión con la totalidad. Siguió siendo hoja del gran Árbol, pero sin percatarse, sin tener consciencia de su unidad con el Todo, sin ver la rama que le unía a la fuente y le daba la conciencia de la relación esencial de todas las cosas entre sí y de su dependencia con su Creador.


Con el hombre, la imagen viva del Creador, cayó también toda la realidad. Porque cuando el hombre se duerme, su circunstancia pasa a ser el mundo del sueño. Es como un Rey que hubiera preparado un magnífico palacio para que lo habitara con él su bienamado hijo y heredero. Éste puede elegir entre un conjunto de vestiduras maravillosas, comer espléndidos manjares y ser atendido por resplandecientes sirvientes. Pero abrumado por tantos dones, un sentimiento de vergüenza se apodera de él: de ningún modo puede corresponder a tal superabundancia de amor; sólo puede recibir, pero no dar nada a cambio. Se encuentra entonces radicalmente separado de su Padre, que es puro Amor, puro deseo de Dar. De esta forma el bien supremo de la naturaleza divina se le niega. Pues en el plano espiritual, la unidad es identidad de fase vibratoria, y la diferencia es separación. No pueden coexistir en el mismo estado fases diferentes u opuestas, como son la fase de dar del Creador – pues “dar” es su esencia desde el punto de vista de la creación– y la fase de recibir de la criatura. Esta tiene que tener algún desarrollo del deseo de dar (y no sólo de recibir) para tener un punto de adhesión a lo divino.


Así, "padre mío - le dice el hijo - sólo hay una solución. Renuncio a todo lo que me das para ganarlo con mi propio mérito, para ganarme mi propio pan con el sudor de mi frente. Sé que con esto te parto el corazón, pero es la única forma de que te pueda dar algo y ser también como tú. Y esto que te puedo dar no puede ser otra cosa que la alegría del retorno a ti, cuando esté preparado para aceptar libre, voluntaria y conscientemente todos tus dones, sabiendo lo que son por haber carecido de ellos. Sé además que con esto también realizo tu voluntad más íntima, pues tú también quieres que yo sea lo más parecido a ti y que sea lo más feliz, siendo uno contigo".


A pesar de su dolor, el Rey accede a sus deseos y transforma todo el esplendor que había preparado en una apariencia de lúgubre chabola en los sótanos de su palacio. Constantemente está esperando a su hijo, vigilante, aunque oculto, y le envía todo tipo de mensajes y ayudas encubiertas para facilitarle el camino de retorno a su lado. Le dice: "Esta es la escalera de la creación. Sube por ella de vuelta a los salones y jardines de tu palacio, pues para ti lo hice construir".


La escalera, de descenso y de ascenso, no es otra cosa que el Árbol de la Vida. Nuestra tarea es volver nosotros, y hacer retornar a todas las cosas, a ese estado primordial bañado en la Luz del Infinito que todo lo colma hasta el máximo de su deseo, pues alcanzar el estado realizado de total plenitud y dicha es lo que constituye el objetivo último de toda la Creación.


Un árbol se halla, de alguna manera, totalmente prefigurado en su semilla. En ella, en su código genético, se tiene toda la información de lo que será el futuro ser. Cuando, a su vez, el árbol fructifica y da su propia semilla, ésta vuelve a reproducir la pauta original.


También en el diseño divino la Manifestación proviene de un punto primordial en el que "la decisión del Santo grabó innumerables esquemas", en palabras del Zohar, el Libro del Esplendor, obra magna de la Cabalá española del siglo XIII. Este punto, la semilla del cosmos, es la formulación, del propio Pensamiento del Creador.


Uno de los nombres de Dios es Sabiduría, pues Él contiene todo lo que ha sido, es y será, en su estado más exaltado.
Lo que se conoce técnicamente como Árbol de la Vida cabalístico es un intento de codificar la información esencial que porta la Semilla Cósmica, el fruto de la propia Vida Divina, en una fórmula o expresión resumida, sintética, la cual, por tanto, contiene el modelo de todos los desarrollos pasados, presentes y futuros. Y cada ente, en cualquier fase o mundo reproducirá más o menos perfectamente la pauta original, lo que definirá su estatus en la escala del ser.


El esquema del Árbol de la Vida más en uso hoy en día se muestra en la Figura que presentamos. Se trata de un símbolo compuesto con elementos de dos tipos:

1. Esferas, que son sus componentes estructurales;

2. Canales o Senderos, que conectan las Esferas entre sí.


El Árbol de la Vida es un mapa de la Consciencia. Representa cómo desde el ser vacío e inmanifestado de la Esencia Divina, una e infinita, transcurre por una serie de pasos todo el Cosmos manifestado, que a nuestra percepción se manifiesta como múltiple, finito, lleno de cosas y de seres.


Y este proceso no es algo ajeno al ser de Dios, algo "exterior" a Él, sino que involucra a las diversas facetas de su propia vida interna: los arquetipos de manifestación de lo Divino, que son las Esferas en su aspecto más exaltado y que se convierten en núcleos o modelos de todos los desarrollos posteriores. Es decir, conformándose a Sí mismo, Dios crea y da forma a todo lo que existe: el Cosmos y el Hombre. Por eso decimos que el Árbol de la Vida es un símbolo omniabarcante.


Hay diez Esferas y veintidós canales, más una Esfera complementaria, indicada en la figura con puntos suspensivos, que no es propiamente una Esfera más. Explicaresmo más adelante su significado y su función. Juntos, Esferas y Canales, constituyen los treinta y dos senderos secretos de Sabiduría (porque todos son objeto de meditación y caminos a recorrer). Las Esferas son los diez números primordiales, los diez arquetipos de la Mente Divina. Y por los canales se vierte la Luz del Infinito a través de estos diez arquetipos. Representan los veintidós tipos de energía metafísica, simbolizados por las veintidós letras fundamento del alfabeto hebreo. Se entiende que éstas son las letras del Lenguaje Divino, la expresión pura de su Pensamiento, articulado en vibración y palabra.


Al mismo tiempo, el Árbol de la Vida no es sólo una efusión creativa, sino que también es un camino de reorno, Puesto que, en el trabajo práctico, considerando el Árbol de la Vida como un mapa evolutivo, la conciencia realmente se “mueve” de una a otra Esfera en su regreso a la Fuente. Se suele dar el nombre de Senderos en sentido estricto a los veintidós canales, y hablaremos entonces de las diez Esferas -los diferentes estadios fundamentales o niveles alcanzados por la conciencia - y los veintidós Senderos o vías de acceso a los mismos.

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Extraído http://www.proyectopv.org/3-verdad/cabalaarbolvida.htm