El libro blanco. Ramtha




CAPÍTULO I

INTRODUCCIÓN



«No hay otra redención para la humanidad que el reconocimiento de su divinidad. Ustedes son las semillas de ese entendimiento. Todo lo que piensen, todo lo que entienden, eleva y expande la conciencia en todas partes. Y cuando viven lo que han comprendido, enteramente por el bien de su propia vida, permiten que otros vean en ustedes un proceso de pensamiento más sublime, una comprensión mayor, y una existencia con más sentido que la que ellos ven a su alrededor.»
Ramtha




Yo soy Ramtha, una entidad soberana que vivió hace mucho tiempo en este plano llamado Tierra o Terra. En aquella vida yo no morí, sino que ascendí, porque aprendí a controlar el poder de mi mente y a llevarme mi cuerpo a una dimensión invisible de vida. Al hacer esto, me di cuenta de la existencia de una libertad, una felicidad y una vida ilimitadas. Otros que vivieron aquí después de mí, también ascendieron.


Ahora soy parte de una hermandad invisible que ama inmensamente a la humanidad. Nosotros somos sus hermanos que oímos sus plegarias y sus meditaciones, y observamos el ir y venir de sus movimientos. Somos aquellos que vivimos una vez aquí como hombres y experimentamos desesperación, la tristeza y la alegría que todos ustedes han conocido. Pero nosotros aprendimos a dominar y trascender las limitaciones de la experiencia humana para llegar a un estado de ser más grande.


He venido a decirles que son muy importantes y preciosos para nosotros, porque la vida que fluye a través de ustedes y el pensamiento que les llega a cada uno —como quiera que lo contemplen— es la inteligencia y fuerza vital que llaman Dios. Es esta esencia la que nos conecta a todos, no sólo a los que habitan su plano, sino también a aquellos en universos sin nombre que aún no tienen ojos para ver.


Estoy aquí para recordarles una herencia que la mayoría de ustedes olvidó hace mucho, mucho tiempo. He venido a darles una perspectiva más noble desde la cual puedan razonar y entender que ustedes son, en verdad, entidades divinas e inmortales que siempre han sido amadas y apoyadas por la esencia llamada Dios. Estoy aquí para ayudarles a ver que sólo ustedes, con su sublime inteligencia, han creado cada realidad en su vida, y que con ese mismo poder tienen la opción de crear y experimentar cualquier realidad que deseen.


Muchos otros vinieron a lo largo de su historia e intentaron, de muchas maneras, recordarles su grandeza, su poder, y la eternidad de sus vidas. Nosotros fuimos reyes, conquistadores, esclavos, héroes, Cristo crucificado, maestros, guías, filósofos... cualquier cosa que permitiera la existencia del conocimiento. Y a veces hemos intervenido en sus asuntos para evitar que se aniquilaran, para que la vida aquí continuara proveyéndoles de un jardín de juegos para sus experiencias y su evolución hacia la felicidad. Pero, uno a uno, persiguieron a aquellos que intentaron ayudarles. Y si no los persiguieron, les hicieron estatuas y tergiversaron y pervirtieron sus palabras según su propia conveniencia. En vez de aplicar sus enseñanzas, la mayoría ha acabado adorando a los maestros.


Para evitar que me adoren, no he venido hasta ustedes en mi propio cuerpo, sino que he elegido hablar a través de una entidad que fue mi hija amada cuando viví sobre este plano. Mi hija, que generosamente me permite usar su cuerpo, es lo que se llama un «canal puro» de la esencia que yo soy. Cuando les hablo a ustedes, ella no está en su cuerpo; su alma y su espíritu lo han abandonado completamente.


Yo traigo a su planeta los vientos del cambio. Yo, y aquellos que me acompañan, estamos preparando a la humanidad para un gran evento que ya se ha puesto en marcha. Vamos a unir a todas las gentes de este plano permitiendo al hombre ser testigo de algo magnífico y brillante, algo que lo hará abrirse y permitir que el conocimiento y el amor fluyan a través de él.


¿Por qué está ocurriendo esto? Porque son amados, más de lo que nunca consideraron se les pudiera amar. Y porque ya es hora de que el hombre viva en un entendimiento mayor que el que lo ha hundido en épocas oscuras, robando su libertad, dividiendo a las gentes, y que ha causado el odio entre los amantes y la guerra entre las naciones. Ya es hora de que todo esto termine. Es hora de que el hombre se dé cuenta de la divinidad e inmortalidad de su ser, y deje de arrastrarse por la supervivencia sobre este plano.


Está muy cerca el día en el que un gran conocimiento llegará a este plano traído por maravillosas entidades que son sus queridos hermanos. En este tiempo, los conocimientos científicos florecerán como nunca lo han hecho. Lo que está por llegar se llama la Era de Dios. Esta era se va a manifestar a través de un cambio deliberado en el tiempo y sus valores. En los años por venir, la enfermedad, el sufrimiento, el odio y la guerra dejarán de existir sobre este plano. No existirán más la muerte ni el envejecimiento del cuerpo, sino la vida continua. A través del entendimiento, del conocimiento y del amor profundo ocurrirán estas cosas en la vida de cada entidad.


No hay otra redención para la humanidad que el reconocimiento de su divinidad. Ustedes son las semillas de este entendimiento. Cuando cada uno de ustedes se dé cuenta de su valor y de la eternidad de su vida, se integraran uno por uno a la conciencia del pensamiento ilimitado, la libertad ilimitada y el amor ilimitado. Todo lo que piensen, todo lo que entiendan, eleva y expande la conciencia en todas partes. Y cuando viven lo que han comprendido, enteramente por el bien de su propia vida, permiten que otros vean en ustedes un proceso de pensamiento más sublime, una comprensión mayor, y una existencia con más sentido que la que ellos ven a su alrededor.


Estos son los tiempos más grandes en toda su historia escrita. Aunque son tiempos difíciles y desafiantes, ustedes eligieron vivir en esta época por la consumación que les traerá. A todos ustedes se les ha prometido desde tiempos milenarios que verían a Dios en su vida. Sin embargo, vida tras vida nunca se lo permitieron. En esta vida, la mayoría de ustedes ciertamente lo hará. Verán emerger aquí un reino magnífico, y llegar civilizaciones de cuya existencia no tenían ni la más remota idea. Soplará un viento nuevo, y el amor, la paz y la alegría agraciarán este bendito lugar, la esmeralda de su universo y la morada de Dios.


Contemplen lo que les he dicho. Permitan que estas palabras entren en su ser. Cuando lo hagan, con cada pensamiento, con cada sentimiento y en cada momento, volverán a la comprensión de su grandeza, de su poder y de su gloria.





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