ESENCIA DIVINA










Todo lo que existe ha sido creado por Dios: lo palpable y aquello que es etéreo; lo manifiesto y también lo que se escapa a nuestros sentidos. Así lo revelan las religiones, los profetas y avatares, los místicos y los seres que ya han logrado la realización. Añaden que todo lo creado tiene la misma naturaleza que el Creador: esencia divina. ¿También la tenemos los seres humanos? Nos dicen que sí, que en nuestro interior residen los mismos atributos de Dios: Inteligencia, Felicidad, Sabiduría y Amor, todos ellos en grado supremo.

(Recuerda que tú no estás leyendo ni yo escribiendo, sino que es la misma esencia divina en ti y en mí la que escribe y lee).

Entonces, si todo tiene esencia divina, ¿por qué yo no la percibo en mí? ¿Cómo es que a menudo me siento de mal humor, herido por lo que otros me dicen o preocupado ante las dificultades que la vida me presenta?… ¡Es imposible que yo posea la misma naturaleza de Dios, un Ser con infinito poder y sabiduría! Por más que lo pienso no encuentro manera de conciliar lo que dicen los santos y maestros y la realidad que vivo cada día.

¿Y si le pregunto al propio Dios…?

“Dios, escucho decir a los Sabios que todo lo que existe posee tu misma naturaleza divina, aunque yo no lo aprecie así. Realmente no sé muy bien quien soy, pero tengo claro que vivo limitado y con temor. Perdona que te lo diga con toda crudeza, pero cuando miro a mi alrededor no veo tus huellas, pues a menudo encuentro confrontación, sufrimiento, desesperanza…, todo lo contrario del inmenso Amor que te atribuyen. Si puedes decirme algo que lleve la paz a mi corazón, gracias. Te escucho”

Al instante recibo Su respuesta:

«Un agricultor sabe que la potestad de que la semilla germine y de frutos no le pertenece a él, sino a la tierra en la que está sembrada. Yo, al crearte, deposité en ti la semilla de mi esencia divina, y siempre tendrás ese tesoro en tu interior. Pero no es mía sino tuya la potestad de que esa semilla brote y llene el Universo con su fragancia de Amor. Cuando tú así lo sientas, solo tienes que cuidarla y mi Esplendor se mostrará en ti. No un reflejo de mi Luz, sino que Yo me manifestaré en ti con toda mi Gloria, y en ese momento no será posible distinguir entre tú y Yo, pues seremos Uno y lo mismo.

»Pero ello ocurrirá cuando tú así lo decidas, ya que eres libre y tal vez desees buscar tu plenitud por otros caminos. Si desde el primer momento te hubiese creado tal como Yo soy, serias puro Amor, pero no gozarías de libertad.

»Yo te digo que no hallarás nada mejor que la hermosura que atesora la semilla que está en tu interior. Pero no hagas caso de mis palabras y explora en el Universo sin fin. Podrás alcanzar un gran poder y dominio sobre otros seres; potencialidades que ni siquiera puedes imaginar…, y solo cuando agotes tu búsqueda sabrás lo mismo que Yo sé: que el máximo gozo, eterno y siempre creciente, procede de sentirse Uno con Todo lo Creado y servir a ese Todo. Te amo».

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MEMORIAS Y REGISTROS

 





Las experiencias vividas están grabadas en nuestra memoria celular, pero también se almacenan en nuestro campo áurico, tanto si en otras épocas fuimos los perseguidos y atacados, como si fuimos los perseguidores, tanto si fuimos víctimas como verdugos. En la codificación de nuestro linaje de sangre se encuentran todos los registros de una intensa y repetitiva búsqueda de la luz y del amor pacífico y fraternal que realiza el ser Humano desde el principio de los tiempos, se registran las memorias de todas las luchas entre el poder y las normas establecidas (no importa la época y el tipo de gobernantes, siempre hubo normas y preceptos sociales) y el poder del amor, del compartir y de la búsqueda de nuestra esencia primigenia y libre (que también siempre existió).

Muchos dogmas y recuerdos están inscritos en el código genético de la humanidad entera, pero cada día que transcurre todos nos convertimos en constructores más y más conscientes de nuestra realidad. Sanar las memorias no es olvidarlas. Olvidar ‘lo que nos ocurrió’ (tanto si fue hace un año, como si fue hace mil años) no lo olvidaremos nunca. Incluso es mejor recordar aquello doloroso para aprender bien de ello, para no repetir el patrón, para romper el molde. No es el olvido quien nos sanará, sino la educación en una diferente escala de valores.

Mientras hoy todos contemplamos el derrumbamiento del sistema capitalista, mientras nos decepcionamos del precio que nuestra alma paga por esas supuestas ‘comodidades’ que nos venden, mientras sufrimos más y más la gran manipulación de las multinacionales que dominan el mundo, la corrupción y falsedad de la política, la degradación del medio que nos sustenta, mientras se nos rompe el corazón por el contraste de todo ello con la cantidad de gente que no encuentra trabajo, que aún pasa hambre y duerme en la calle, cada día que pasa y vemos todo eso… nuestras mentes son más claras y nuestra consciencia es más ética. Cada día sabemos más qué es ‘lo que no queremos’, vemos más claramente cuáles son las normas, creencias y códigos que nos han metido en esa cárcel del desamor y la tristeza. Y a la vez, nuestra alma solar cada día es más lúcida y más madura.

Toda esa decadencia es un espectáculo magnífico que nos catapulta hacia la libertad, hacia la saturación de lo que hemos creado y a la vez hacia la creación de lo alternativo, hacia la ética interna y la transparencia, hacia la solidaridad y el compromiso con el Amor. Ese despertar, esa gran semilla que contiene el caos circundante, todo ese proceso de concienciación de la humanidad entera… no puede ser refrenado, ni tampoco se puede ya invertir. Es un fenómeno irreversible y tremendamente evolutivo.

El verdadero proceso de transformación humana hoy se está dando de una forma muy acelerada. Es la ley natural de evolución de los tiempos, su inercia; es precisamente la fuerza ascensional que pervive en el interior de cada ser humano quien activa ese proceso. Este despertar… es una poderosa fuerza que va más allá, mucho más allá, de los que aún emplean las nociones de pecado y de castigo para anular nuestro poder. El encuentro de nuestro empoderamiento se está dando, sucede, ocurre cada día, suave pero aceleradamente.

Para que siga sucediendo, para estar en línea con esa fuerza ascensional y no ponerle trabas a la evolución, tan solo hay que aprender a elegir aquello a lo que prestamos atención. Aprender a poner atención tan solo en aquello que es luz, amor, creatividad, bondad, paz, fluidez, armonía... Deberíamos transformar todos los instantes de nuestra vida en una sucesión de momentos de luz, en actos de amor y alegría. No podemos ya vivir maquinalmente, criticar, enfadarnos ni agotarnos con este juego de sumisión a un sistema que no funciona.

No malgastemos más la Vida. Pongamos atención a esa necesidad de pureza y de coherencia, a esa añoranza de la luz, a esas nociones de amor en la transparencia y de voluntad de amarlo y bendecirlo todo. Abandonemos ya ese antiguo amor y valoración a la ‘fuerza’ y al control, a ese antiguo valorar y ponderar la visión patriarcal; dejemos esa atención obsesiva a las carencias, perdonemos todos los errores cometidos y sufridos, abandonemos ese servilismo que nos hace sentir ‘útiles y buenos’ y que en el fondo tan solo nos sirve para suavizar ese gran miedo al vacío, a la soledad, ese miedo a nuestro propio poder y a la libertad de ser.

Observemos cuáles son los códigos y las creencias que disparan las emociones conflictivas en cada uno. Reconozcamos los temores, veamos realmente lo que no queremos y seamos consecuentes con ello; sintamos lo que NO quiere vivir nuestra alma y lo que SI quiere vivir. Y luego emprendamos las acciones pertinentes para vivirlo, cada uno en su micromundo, en su parcela existencial, con los medios de que disponga en este preciso momento.

Naturalmente sería muy ingenuo pensar que solamente registramos lo ‘malo’. El mecanismo de grabar la información de todo lo que vivimos no es selectivo. Se graba todo. Registramos tanto lo que nos ha producido una memoria dolorosa, como lo que nos ha aportado alegría, riqueza, gozo y todo lo que entendemos como ‘positivo’. Nuestra memoria celular y áurica está codificada con toda experiencia vivida, no una parte solamente; por tanto… tenemos recursos.

Lo que nos ha dado resultados placenteros o nos llenado de alegría y amor, también está almacenado en nuestro Ser. Es por eso que este alimento de luz representa nuestros recursos, habilidades y posibilidades para trascender, superar y transmutar todo lo que nos resulta difícil y doloroso, para transformar todo lo que no es luz. Esa es la razón básica por la que dije que la memoria se cura, porque tenemos recursos para curarla, porque ‘tenemos también otras informaciones a manejar’. El ser humano no es malo por naturaleza, es bueno, es amor, tiene una naturaleza divina y solar. Sin embargo está muy manipulado. Pero acumula también grandes experiencias de anteriores crecimientos y valores adquiridos, que él mismo puede emplear para transmutar y neutralizar toda la manipulación recibida.

Muchos dogmas están inscritos en el código genético de la humanidad, pero cada día nos convertimos en constructores cada vez más conscientes de nuestra realidad; y eso no puede invertirse porque es la ley natural de la evolución, es nuestra gran fuerza ascensional más allá de todos los condicionantes.

Cada uno de nosotros imprime en todo lo que le rodea la marca o la vibración de su Ser. La estructura de la materia, de todo lo que vemos y tocamos, está sometida a nuestra manera de pensar y de amar, a nuestra forma de concebir el universo y la vida, a nuestra manera de comportarnos en él. De modo que nuestro universo particular es… la prolongación directa de nuestros conceptos. Cuando modificas tus conceptos, modificas tu universo, sí, pero también repercute en los demás y en el Universo entero.

Los facilitadores de salud, terapeutas o psicólogos, aparte de trabajarnos a fondo en este terreno nosotros mismos, tan solo deberíamos observar y mostrar a quien nos pide ayuda, todos estos registros almacenados en su alma y su psique. Mostrar los ‘malos’ para transmutarlos, y los ‘buenos’ para ayudar a sanarlos. Este sería el mejor servicio; lo más directo, ecuánime, simple y efectivo que podemos hacer por nuestros congéneres.


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EL ÁRBOL DE LA FELICIDAD un cuento Sufí










Cuentan que hace muchos, muchos años un peregrino tras caminar durante infinitas jornadas bajo el implacable sol de India deseó en su corazón poder descansar a la sombra de un árbol que le diera cobijo. Y así fue que, de pronto, divisó a lo lejos un frondoso árbol solitario en medio de la planicie.

Cubierto de sudor y tambaleándose sobre sus fatigados pies se encaminó alegremente hacia el árbol que hacía realidad su deseo. Al fin podré descansar, pensó, mientras se abría paso entre sus tupidas ramas que llegaban hasta el suelo. ¿Qué más podría desear? Tendiéndose sobre la tierra en su refugio vegetal trató de conciliar el sueño, pero el suelo estaba duro y mientras más el peregrino trataba de ignorarlo y descansar, más duro le parecía el suelo sobre el que estaba.

–Si al menos tuviera una cama, pensó.

Al momento surgió una imponente cama, con impolutas sábanas de seda, digna de un sultán. Brocados, lujosos tejidos de Samarkanda y las más suaves pieles cubrían el lecho. Y es que, sin saberlo, el peregrino había ido a sentarse bajo el mítico árbol de los deseos. Aquel árbol milagroso que es capaz de convertir en realidad cualquier deseo expresado bajo sus ramas. El hombre se acostó en el mullido lecho relajándose

—¡Oh, qué a gusto me siento, lástima del hambre que tengo! –Pensó–, y ante él apareció una espléndida mesa cubierta con la más sabrosa de las comidas, con ricos y variados platos exquisitamente preparados y servidos en la más extravagante de las vajillas. Sobre las más finas telas imbricadas de hilos preciosos se mezclaban oro, plata y finísimo cristal con las más exóticas frutas y lujuriosos postres. Todas estas maravillas tomaron forma ante sus asombrados ojos. Todo aquello con lo que siempre había soñado en las solitarias noches de su largo peregrinar estaba ahora ante él.

El peregrino comía y comía con el temor de que tal prodigio desapareciera en el aire tan súbitamente como había aparecido. Pero, cuanto más comía, más comida aparecía. Y cada nuevo manjar era aún más sabroso y exquisito que el anterior. Finalmente dijo: –Ya no puedo más y en ese mismo momento la mesa con todas sus maravillas se desvaneció en el aire.

Es maravilloso, pensó, mientras un sentimiento de felicidad le embargaba. No me moveré de aquí y seré por siempre feliz. Pero, de pronto, una idea terrible surcó su mente:

—Claro que esta planicie es famosa por sus feroces tigres. ¿Qué sucedería si un tigre me descubriese? Sería terrible morir, después de finalmente haber encontrado el árbol de la felicidad. Fue la milésima de una fracción de segundo, pero bastó. Cumpliendo su deseo, en aquel momento surgió de la nada un terrible tigre que lo devoró.

Y así, el árbol de la felicidad quedó solo de nuevo, y allí sigue esperando la llegada de un ser humano de corazón completamente puro, donde no resida miedo, ni desconfianza, sino sólo responsabilidad y conocimiento.


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