VOLVER AL AMOR de MARIANNE WILLIAMSON2









INTRODUCCIÓN





Cuando nacimos, estábamos perfectamente programados. Teníamos una tendencia natural a concentrarnos en el amor. Nuestra imaginación era creativa y floreciente, y sabíamos usarla. Estábamos conectados con un mundo mucho más rico que el mundo con que ahora nos conectamos, un mundo lleno de hechizo y del sentimiento de lo milagroso.

¿Qué nos pasó, entonces? ¿Por qué, cuando llegamos a cierta edad y miramos a nuestro alrededor, el hechizo había desaparecido?

Porque nos enseñaron a concentrarnos en otras cosas. Nos enseñaron a pensar de forma antinatural. Nos enseñaron una pésima filosofía, una manera de mirar el mundo que está en contradicción con lo que somos.

Nos enseñaron a pensar en la competición, la lucha, la enfermedad, los recursos finitos, la limitación, la maldad, la culpa, la muerte, la escasez y la pérdida. Y como empezamos a pensar en estas cosas, empezamos a conocerlas. Nos enseñaron que sacar buenas notas, ser buenos, tener dinero y hacerlo todo como es debido son cosas más importantes que el amor. Nos enseñaron que estamos separados de los demás, que tenemos que competir para salir adelante, que tal como somos no valemos lo suficiente. Nos enseñaron a ver el mundo tal como lo veían «ellos». Es como si inmediatamente después de haber llegado aquí nos hubieran dado una píldora para dormir. El pensamiento del mundo, que no se basa en el amor, empezó a retumbarnos en los oídos en el mismo momento en que desembarcamos en esta costa.

El amor es aquello con lo que nacimos. El miedo es lo que hemos aprendido aquí. El viaje espiritual es la renuncia al miedo y la nueva aceptación del amor en nuestro corazón. El amor es el hecho existencial esencial. Es nuestra realidad última y nuestro propósito sobre la tierra. Tener plena conciencia de él, tener la vivencia del amor en nosotros y en los demás, es el sentido de la vida.

El sentido, el significado, no está en las cosas. Está en nosotros. Cuando asignamos valor a cosas que no son amor -al dinero, al coche, a la casa, al prestigio- damos amor a algo que no nos lo puede devolver, buscamos significado en lo que no lo tiene. El dinero, en sí mismo, no significa nada. Las cosas materiales, en sí mismas, no significan nada. No es que sean malas: es que no son nada.

Hemos venido aquí para crear junto con Dios, extendiendo el amor. Una vida que se pasa pendiente de cualquier otro propósito no tiene sentido, es contraria a nuestra naturaleza, y finalmente nos hace sufrir. Es como si hubiéramos estado perdidos en un oscuro universo paralelo donde se ama más a las cosas que a las personas. Sobrevaloramos lo que percibimos con nuestros sentidos físicos, y subvaloramos lo que, en nuestro corazón, sabemos que es verdad.

Al amor no se lo ve con los ojos ni se lo oye con los oídos. Los sentidos físicos no pueden percibirlo; se lo percibe mediante otra clase de visión. Los metafísicos la llaman el Tercer Ojo, los cristianos esotéricos dicen que es la visión del Espíritu Santo, y para otros es el Yo Superior. Independientemente del nombre que se le dé, el amor exige una «visión» diferente de aquella a la que estamos acostumbrados, una forma diferente de conocer, de pensar. El amor es el conocimiento intuitivo de nuestro corazón. Es un «mundo trascendente» que secretamente anhelamos todos. Un antiguo recuerdo de este amor nos persigue continuamente, pidiéndonos por señas que regresemos.

El amor no es material. Es energía. Es el sentimiento que hay en una habitación, en una situación, en una persona. El dinero no puede comprarlo. El contacto sexual no lo garantiza. No tiene absolutamente nada que ver con el mundo físico, pero a pesar de ello, puede expresarse. La experiencia que de él tenemos es la de la bondad, la entrega, el perdón, la compasión, la paz, el júbilo, la aceptación, la negativa a juzgar, la unión y la intimidad.

El miedo es la falta de amor que todos compartimos, nuestros infiernos individuales y colectivos. Es un mundo que sentimos que nos presiona desde adentro y desde afuera, dando constantemente falso testimonio de la insensatez del amor. El miedo se expresa bajo diferentes formas: cólera, malos tratos, enfermedad, dolor, codicia, adicción, egoísmo, obsesión, corrupción, violencia y guerra.

El amor está dentro de nosotros. Es indestructible; sólo se lo puede ocultar. El mundo que conocíamos de niños sigue aún sepultado en nuestra mente. Una vez leí un libro delicioso, “The Mists of Avalon”. Las nieblas de Avalon son una alusión mítica a las leyendas del rey Arturo. Avalon es una isla mágica que permanece oculta tras unas tupidas e impenetrables nieblas. A menos que se desvanezcan, no hay manera de que un barco se abra paso hasta la isla, y sólo se desvanecen cuando uno cree que la isla está allí.

Avalon simboliza un mundo que está más allá del mundo que percibimos con los sentidos físicos. Representa un sentimiento milagroso de las cosas, el ámbito encantado que conocíamos de niños. Nuestro yo infantil es el nivel más profundo de nuestro ser. Es aquel o aquella que realmente somos, y lo que es real no desaparece. La verdad no deja de serlo simplemente porque no estemos mirándola. El amor sólo puede quedar oculto tras las nubes o las nieblas mentales. Avalon es el mundo que conocíamos cuando todavía estábamos conectados con nuestra ternura, nuestra inocencia, nuestro espíritu. En realidad es el mismo mundo que vemos ahora, pero configurado por el amor, interpretado con ternura, fe y esperanza, y con un sentimiento de admiración y de asombro. Es fácil de recuperar, porque la percepción es una opción. Las nieblas se desvanecen cuando creemos que detrás de ellas está Avalon.

Y en eso consiste un milagro: en la desaparición de las nieblas, en un cambio de la percepción, en un retorno al amor.


PRIMERA PARTE
LOS PRINCIPIOS
CAPÍTULO 1:


EL INFIERNO.


«El infierno no tiene cabida en un mundo cuya hermosura puede todavía llegar a ser tan deslumbrante y abarcadora que sólo un paso la separa del Cielo.»

(Los textos citados directamente de “A Course in Miracles” se han colocado entre comillas angulares. Las citas que aparecen entre comillas altas son interpretaciones parafraseadas de dicha obra.)


1. LA OSCURIDAD

«Tu viaje hacia la oscuridad ha sido largo y penoso, y te has adentrado muy profundamente en ella.»


Lo que sucedió con mi generación fue que nunca crecimos. El problema no es que estemos perdidos o seamos apáticos, narcisistas o materialistas. El problema es que nos sentimos aterrados.

Muchos sabemos que tenemos lo que se necesita: la presencia, la educación, el talento, las credenciales... Pero en ciertos dominios estamos paralizados. No nos detiene algo de afuera, sino algo de adentro. Nuestra opresión es interna. No nos refrena el gobierno, ni el hambre ni la pobreza. No tenemos miedo de que nos envíen a Siberia. Tenemos miedo, y punto. Un miedo difuso. Tenemos miedo de que nuestra relación de pareja no sea la que necesitamos, o de que sí lo sea. Tenemos miedo de no gustar a los demás o de gustarles. Tenemos miedo del fracaso o del éxito. Tenemos miedo de morirnos jóvenes y también de envejecer. Tenemos más miedo de la vida que de la muerte.

Se diría que habríamos de sentir cierta compasión por nosotros mismos, inmovilizados como estamos por cadenas emocionales, pero no es así. Sólo nos sentimos avergonzados de nosotros mismos, porque pensamos que a estas alturas deberíamos ser mejores. A veces cometemos el error de creer que los demás no tienen Tanto miedo como nosotros, y eso sólo sirve para asustarnos más. Quizás ellos sepan algo que nosotros no sabemos. Tal vez nos falte algún cromosoma.

En nuestros días está de moda culpar prácticamente de todo a los padres. Pensamos que por su culpa tenemos tan poca autoestima. Si ellos hubieran sido diferentes, estaríamos rebosantes de amor por nosotros mismos. Pero si te fijas bien en la forma en que te trataban tus padres, verás que -salvo casos extremos cualquier maltrato que hayas recibido en el pasado de ellos era leve si lo comparas con la forma en que te maltratas tú hoy. Es verdad que quizá tu madre te haya dicho muchas veces:

Jamás serás capaz de hacer eso.
Pero lo que tú te dices ahora es:
-Eres idiota. Nunca haces nada bien. La cagaste. Te odio.

Quizás ellos nos hayan tratado mal, pero nosotros somos crueles.

Nuestra generación se ha hundido en un autoaborrecimiento apenas disimulado. Y siempre, desesperadamente incluso, estamos buscando una salida, ya sea por la vía del crecimiento o por la de la huida. Tal vez con este diploma lo consigamos, o con este trabajo, este seminario, este terapeuta, esta relación, esta dieta o este proyecto. Pero con demasiada frecuencia la medicina no llega a curarnos, y las cadenas se hacen cada vez más gruesas y estrechas. Los mismos seriales se repiten con diferentes personas en diferentes ciudades. Empezamos a darnos cuenta de que el problema somos, de alguna manera, nosotros mismos, pero no sabemos qué hacer con ese descubrimiento. No tenemos suficiente poder para frenarnos. Todo lo saboteamos, todo lo abortamos: nuestra carrera, nuestras relaciones, hasta nuestros hijos. Bebemos, nos drogamos, controlamos, nos obsesionamos, co-dependemos, comemos en exceso, nos escondemos, atacamos... La forma no viene al caso. Somos capaces de encontrar un montón de maneras diferentes de expresar hasta qué punto nos odiamos.

Pero sin duda lo expresaremos. La energía emocional tiene que ir a alguna parte, y el autoaborrecimiento es una emoción poderosa. Si se vuelve hacia adentro, se convierte en nuestros infiernos personales: adicciones, obsesiones, compulsiones, depresión, relaciones violentas, enfermedades... Proyectado hacia afuera, se convierte en nuestros infiernos colectivos: la violencia, la guerra, el crimen, la opresión... Pero todo es lo mismo; el infierno también tiene muchas mansiones.

Recuerdo, hace años, haber tenido una imagen mental que me asustó terriblemente. Veía a una niña, dulce e inocente, que llevaba un delantal blanco de organdí, acorralada contra la pared, gritando desesperadamente. Una mujer maligna e histérica le atravesaba repetidas veces el corazón con un cuchillo. Yo sospechaba que era ambos personajes, que los dos vivían como fuerzas psíquicas dentro de mí. A medida que pasaban los años, iba sintiendo cada vez más miedo de aquella mujer del cuchillo. Era algo activo dentro de mí. Escapaba totalmente de mi control, y yo tenía la sensación de que quería matarme.

Cuando estaba más desesperada, busqué un montón de maneras de salir de mi infierno personal. Leí libros sobre la forma en que la mente crea nuestra experiencia, sobre cómo el cerebro es una especie de ordenador biológico que elabora cualquier información que introduzcamos en él con nuestros pensamientos. «Piensa en el éxito y lo alcanzarás», «Si esperas fracasar lo conseguirás», leía. Pero por más que me esforzaba en cambiar mis pensamientos, seguía volviendo a los que más me dolían. Se produjeron avances pasajeros: me esforzaba por tener una actitud más positiva, por recuperarme y conocer a otro hombre o conseguir un nuevo trabajo. Pero volvía siempre a la pauta familiar de traicionarme a mí misma. Finalmente me portaba de una manera odiosa con el hombre o saboteaba el trabajo. Perdía cinco kilos y los recuperaba rápidamente, aterrorizada por la sensación de parecer atractiva. Lo único que me asustaba más que no llamar la atención de los hombres era provocarla en exceso. El surco del sabotaje era profundo, y su funcionamiento automático. Es cierto que podía cambiar mis pensamientos, pero no de forma permanente. Y no hay más que una variante de desesperación peor que «Cielos, metí la pata», y es «Cielos, la volví a meter».

Mis pensamientos dolorosos eran mis demonios, y los demonios son insidiosos. Por mediación de diversas técnicas terapéuticas, llegué a estar muy al tanto de mis propias neurosis, pero eso no necesariamente las exorcizaba. La basura no se iba; simplemente se refinaba. A veces le explicaba a alguien cuáles eran mis puntos débiles, y usaba un lenguaje tan consciente que sin duda esa persona debía pensar que evidentemente yo me conocía muy bien y que jamás volvería a hacer aquello.

Pero sí que lo hacía. Reconocer mis debilidades no era más que una manera de desviar la atención. Y entonces perdía los estribos y me comportaba de una manera atroz y escandalosa con tal rapidez y naturalidad que nadie, y yo menos que nadie, podía hacer nada para detenerme antes de haber arruinado por completo una situación. Decía exactamente las palabras que harían que mi pareja me abandonara, o me diera una bofetada, o las precisas para que me despidieran del trabajo, o algo peor. En aquel entonces jamás se me ocurrió pedir un milagro.

Aunque, en realidad, no habría sabido qué era un milagro, ya que los ponía en la categoría de la basura pseudomístico-religiosa. No sabía, hasta que leí Un curso de milagros, que es razonable pedir un milagro. No sabía que no es más que un cambio en la manera de percibir.

Una vez estuve en una reunión de personas que seguían un programa de 12 Pasos y le pedían a Dios que las librara del deseo de beber. Yo nunca había tenido ningún comportamiento adictivo en particular. Lo que me estaba haciendo polvo no era el alcohol, ni tampoco otras drogas; era mi personalidad en general, esa mujer histérica que llevaba dentro. Para mí, mi negatividad era tan destructiva como el alcohol para el alcohólico. Cuando se trataba de encontrarme yo misma la yugular, era una artista. Era como si fuera adicta a mi propio dolor. ¿Podía pedirle a Dios que me ayudara con aquello? Se me ocurrió que, lo mismo que con cualquier otro comportamiento adictivo, quizás un poder mayor que yo misma podría cambiar completamente las cosas, algo que no habían podido hacer ni mi intelecto ni mi fuerza de voluntad. Entender lo que había sucedido cuando tenía tres años no había sido suficiente para liberarme. Los problemas que yo pensaba que finalmente desaparecerían, seguían empeorando año tras año. No había evolucionado emocionalmente tal como debería haberlo hecho, y lo sabía. Era como si hubiera habido un corto circuito en algún profundo lugar de mi cerebro. Como muchas otras personas de mi generación y mi cultura, había perdido el rumbo hacía muchos años y, en ciertos sentidos, simplemente nunca llegué a crecer. Hemos tenido la postadolescencia más larga de la historia. Como víctimas de una parálisis emocional, necesitamos retroceder unos pocos pasos para seguir avanzando. Necesitamos que alguien nos enseñe los elementos básicos.

En cuanto a mí, me metiera donde me metiera, siempre había pensado que podía arreglármelas sola para salir del lío. Era lo bastante guapa, o lo bastante lista, o tenía suficiente talento o inteligencia... y si nada de eso me servía, podía llamar a mi padre para pedirle dinero. Pero finalmente me metí en tantos líos que comprendí que necesitaba más ayuda de la que yo sola podía conseguir. En las reuniones de los programas de 12 Pasos seguía oyendo decir que un poder más grande que yo podía hacer por mí lo que yo no podía hacer sola. No me quedaba nada más que hacer ni nadie más a quien llamar. Finalmente, el miedo llegó a ser tan grande que ya no me sentí demasiado moderna para decir: «Dios, por favor, ayúdame».


2. LA LUZ

«La luz está en ti.»


De modo que pasé por ese momento espectacular y grandioso en que invité a Dios a mi vida. Al principio era aterrador, pero me fui acostumbrando a la idea.

Después de aquello, en realidad, nada fue como yo esperaba que fuese. Había pensado que las cosas mejorarían, algo así como si mi vida fuera una casa y yo creyera que Dios le daría una estupenda mano de pintura... y quizá le cambiara los postigos, le construyera un bonito pórtico y le pusiera techo nuevo. En cambio, tan pronto como entregué la casa a Dios, sentí que Él me la derribaba de un solo golpe, como si me estuviera diciendo:

-Lo siento, cariño, pero los cimientos estaban agrietados, y no hablemos de las ratas que había en el dormitorio. Me pareció mejor empezar todo de nuevo.

Yo había leído sobre personas que, tras entregarse a Dios, sentían una profunda sensación de paz que descendía como un manto sobre sus hombros. Y ese sentimiento lo tuve, pero apenas durante un minuto y medio. Después me sentí simplemente como si me hubieran atropellado. Eso no me hizo desconectarme de Dios, sino más bien respetar Su inteligencia. Aquello implicaba que Él entendía la situación mejor de lo que yo habría esperado. Si yo fuera Dios, también me habría atropellado. Me sentí más agradecida que resentida. Necesitaba desesperadamente ayuda.

Generalmente se precisa llegar a una cierta desesperación antes de estar preparado para Dios. Cuando llegó el momento de la entrega espiritual, yo no me lo tomé en serio, realmente en serio, hasta que no estuve completamente de rodillas. Había llegado a tal nivel de confusión, que nada ni nadie podría haber hecho que Marianne volviese a funcionar. La histérica que yo llevaba dentro era presa de una rabia maníaca, y la niña inocente estaba de espaldas contra la pared. Me hundí. Atravesé la frontera entre estar sufriendo pero seguir siendo capaz de funcionar normalmente y estar sentada en un rincón del jardín de un psiquiátrico. Fui presa de lo que se suele llamar un colapso nervioso.

Los colapsos nerviosos constituyen un método de transformación espiritual sumamente menospreciado. Es indudable que su función es llamarnos la atención. Sé de personas que año tras año tienen pequeños colapsos, y cada vez se detienen justo antes de que la experiencia haga impacto en el centro. Creo que yo tuve suerte al haber experimentado de un solo golpe la vivencia completa. Lo que aprendí entonces no lo olvidaré. La experiencia fue dolorosa, pero ahora la veo como un paso importante y necesario en mi avance decisivo hacia una vida más feliz.

Entre otras cosas, sentí una profunda humildad. Vi con muchísima claridad que «yo, por mí misma, no soy nada». Mientras no te pasa esto, sigues probando todas tus viejas tretas, las que nunca te resultaron, pero que sigues pensando que quizás esta vez funcionen. Cuando te has hartado y ya no puedes seguir con lo mismo, consideras la posibilidad de que haya un camino mejor. Entonces la cabeza se te abre y Dios puede entrar.

Durante aquellos años me sentía como si el cráneo me hubiera estallado, como si se hubiera desparramado en miles de pedacitos por el exterior. Después, muy lentamente, empezaron a reunirse de nuevo. Pero mientras mi cerebro estaba así al desnudo, fue como si le renovaran los cables, como si me hubieran sometido a alguna especie de cirugía psíquica. Sentí que me había convertido en un ser diferente.

Son más las personas que han sentido, de alguna manera, que les estallaba la cabeza que las que se han animado a admitirlo ante sus amigos. Hoy por hoy, no es un fenómeno excepcional. Actualmente, la gente choca contra las paredes... social, biológica, psicológica y emocionalmente. Pero esto no es una mala noticia; en cierto sentido, es algo bueno. Mientras no terminas por caer de rodillas, apenas si estás jugando a la vida, y en cierto nivel sientes miedo, porque sabes que apenas si estás jugando. El momento de la entrega no es cuando se acaba la vida. Es cuando comienza.

No es que ese momento de eureka que es el clamar a Dios lo sea todo, y que en lo sucesivo uno se encuentre en el Paraíso. Simplemente, has empezado la ascensión. Pero ahora sabes que ya no estás corriendo en círculo al pie de la montaña, sin llegar nunca realmente a ninguna parte, soñando con la cumbre y sin la menor idea de cómo llegar a ella. Para muchas personas, las cosas tienen que ponerse muy mal antes de que haya un cambio. Cuando realmente tocas fondo, entonces llega el júbilo de la liberación, y reconoces que en el universo hay un poder más grande que tú, que puede hacer por ti lo que tú no puedes hacer. Y súbitamente te parece que, al fin y al cabo, es una excelente idea.

Qué ironía. Te pasas la vida entera resistiéndote a la idea de que allí afuera haya alguien más listo que tú, y entonces, de pronto, sientes un gran alivio al saber que es verdad. De pronto, ya no tienes demasiado orgullo para pedir ayuda.

Eso es lo que significa entregarse a Dios.


CAPÍTULO 2

DIOS

«Tú estás en Dios.»


1. DIOS ES LA ROCA

«No hay tiempo, lugar ni estado del que Dios esté ausente.»


En mi vida ha habido ocasiones (y es algo que todavía hoy me sucede, aunque ahora son más la excepción que la regla) en que me he sentido como si la tristeza fuera a abrumarme: algo no resultaba como yo quería, o tenía algún conflicto con alguien, o me asustaba lo que podía pasar o no en el futuro. En momentos así la vida puede ser muy dolorosa, y la mente inicia una interminable búsqueda de cosas que nos hagan sentir mejor, o que cambien la situación.

Lo que aprendí de Un curso de milagros es que el cambio que estamos buscando lo llevamos dentro. Los acontecimientos fluyen sin parar. Un día te aman; al día siguiente hacen de ti su blanco. Un día una situación va sobre ruedas; al siguiente es el reino del caos. Un día sientes que eres una persona estupenda, y al siguiente te sientes un total fracaso. Estos vaivenes siempre sucederán en la vida; forman parte de la experiencia humana. Lo que puede cambiar, sin embargo, es nuestra manera de percibirlos. Y ese cambio en nuestra percepción es el significado de los milagros.

En la Biblia, Jesús dice que podemos construir nuestra casa sobre arena o sobre roca. Si la edificamos sobre arena, los vientos y la lluvia pueden desmoronarla. Si la construimos sobre roca, nuestra casa será recia y fuerte y las tormentas no podrán destruirla.

Nuestra casa es nuestra estabilidad emocional. Si la levantamos sobre arena, eso significa que nuestra sensación de bienestar se basa en cosas pasajeras y estados de ánimo fugaces. Una llamada telefónica nos decepciona y nos desmoronamos; una tormenta, y nuestro hogar se nos viene abajo. Si la casa está construida sobre roca, eso significa que no somos tan vulnerables a los dramas de la vida. Nuestra estabilidad descansa sobre algo más perdurable que los acontecimientos del momento, sobre algo que es fuerte y permanente. Cuando nuestra casa está edificada sobre roca, eso significa que confiamos en Dios.

Yo jamás había caído en la cuenta de que confiar en Dios significaba confiar en el amor. Había oído decir que Dios era amor, pero jamás había comprendido qué quería decir eso exactamente.

Cuando empecé a estudiar Un curso de milagros descubrí varias cosas sobre Dios:
Que es el amor dentro de nosotros.
Que «ir en pos de Él», es decir, pensar con amor, depende totalmente de nosotros. Que cuando optamos por amar, o cuando permitimos que nuestra mente se unifique con Dios, la vida es maravillosa. Cuando nos apartamos del amor, comienza el dolor.
De modo que cuando pensamos con Dios, la vida está llena de paz. Cuando pensamos sin Él, la vida está llena de dolor. Y esa es la opción mental que hacemos en cada momento de cada día.


2. EL AMOR ES DIOS

«El amor no conquista todas las cosas, pero sí las pone en su debido lugar.»


El amor, si se lo toma seriamente, es un punto de vista radical, una importante desviación de la orientación psicológica que rige el mundo. Es amenazador no porque sea una idea pequeña, sino porque es tan enorme.

Para muchas personas, Dios es una idea aterradora. Pedirle ayuda no parece un gran consuelo si pensamos que es algo externo a nosotros, o que es caprichoso, o que nos juzga. Pero Dios es amor, y habita dentro de nosotros. Fuimos creados a Su imagen, o mente, lo que significa que somos extensiones de Su amor, o Hijos de Dios. El Curso afirma que tenemos un «problema de autoridad». Pensamos que somos los autores de Dios, en vez de darnos cuenta de que Él es nuestro autor. En vez de aceptar que somos los seres de amor que Él creó, hemos pensado con arrogancia que éramos capaces de crearnos a nosotros mismos y después crear a Dios. Nos hemos hecho un Dios a nuestra imagen. Como nosotros somos coléricos o juzgamos, le hemos proyectado a Él esas características. Pero Dios sigue siendo quien es, y siempre será la energía, el pensamiento del amor incondicional. Él no puede pensar con cólera ni juzgar. Es la misericordia, la compasión y la aceptación total. Pero nos olvidamos de ello, y después nos olvidamos de quiénes somos nosotros mismos.

De repente empecé a darme cuenta de que tomarme el amor en serio significaría una transformación completa de mi pensamiento. Un curso de milagros se autodenomina "un entrenamiento mental" para renunciar a un sistema de pensamiento basado en el miedo y aceptar en cambio un sistema de pensamiento basado en el amor. Ahora, más de una década después de haber empezado a estudiar Un curso de milagros, no puedo decir que mi mente sea un ejemplo de percepción sagrada. Ciertamente, no pretenderé que siempre consigo tener una visión desde el amor de todas las situaciones de mi vida, al menos no inmediatamente. Sin embargo, una cosa que tengo muy clara es que, cuando lo consigo, mi vida funciona maravillosamente bien. Y en el caso contrario, las cosas se me atascan.

Entregarse a Dios significa entregarse al amor. Esta es una visión muy difícil de alcanzar cuando se cree que la entrega es algo que se hace cuando se ha perdido la guerra. La entrega es pasiva, y por ello pensamos que es una debilidad. Pero en un sentido espiritual la pasividad es fortaleza, es la única manera de equilibrar nuestra agresividad. La agresividad no es mala; en muchos sentidos, es nuestra creatividad. Pero la mente que está separada de Dios se olvida de consultar con el amor antes de salir al mundo. La función de la mente es tener la vivencia del amor, sin la cual no podemos actuar con sabiduría. Sin amor, nuestra actividad será histérica.

Entregarse a Dios significa relajarse y amar, sin más. Al afirmar que el amor es nuestra prioridad en una situación, realizamos el poder de Dios. Esto no es una metáfora; es la realidad. Literalmente, usamos nuestra mente para crear junto con Él. Mediante una decisión mental -el reconocimiento consciente de la importancia del amor y de nuestra disposición a experimentarlo- «invocamos a un poder superior». Dejamos a un lado nuestras pautas mentales normales, regidas por el hábito, y las reemplazamos por un modo de percepción diferente, más benévolo. Eso es lo que significa dejar que un poder mayor que nosotros dirija nuestra vida.

Una vez llegados al punto donde nos damos cuenta de que Dios es amor, no es demasiado difícil entender que seguirle no significa otra cosa que seguir los dictados del amor. El obstáculo con que nos enfrentamos ahora es la cuestión de si es prudente o no seguir al amor. La pregunta ya no es «¿Qué es Dios?», sino «¿Qué es el amor?».

El amor es energía. Tal vez no lo podamos percibir con nuestros sentidos físicos, pero generalmente la gente puede decir cuándo lo siente y cuándo no. Son muy pocas las personas que sienten suficiente amor en su vida. El mundo se ha convertido en un lugar bastante falto de amor. Ni siquiera podemos imaginarnos un mundo donde todos nos amáramos siempre los unos a los otros. No habría guerras porque no nos pelearíamos. No habría hambre porque nos alimentaríamos los unos a los otros. No existiría el desastre ambiental porque nos amaríamos demasiado para destruirnos, a nosotros mismos, a nuestros hijos y a nuestro planeta. No habría prejuicios, opresión ni violencia de ninguna clase. No habría dolor. Solamente habría paz.

La mayoría de nosotros somos personas violentas, no necesariamente en el sentido físico, sino en el emocional. Nos han educado en un mundo que no pone el amor por delante; y donde el amor está ausente, se instala el miedo. El miedo es al amor lo que la oscuridad es a la luz. Es una ausencia terrible de aquello que necesitamos para sobrevivir. El miedo es la raíz de todo mal. Es el problema del mundo.

Cuando los bebés no reciben caricias, pueden volverse autistas, e incluso se pueden morir. Se acepta que los niños necesitan amor; pero, a qué edad se supone que dejamos de necesitarlo? Nunca. Necesitamos amor para vivir felices, tanto como necesitamos oxígeno para sobrevivir. Sin amor, la verdad es que el mundo no es un gran lugar donde vivir.


3. SÓLO EL AMOR ES REAL

«Dios no es el autor del miedo. El autor del miedo eres tú.»


De modo que el problema con el mundo es que nos hemos apartado de Dios, o nos hemos alejado del amor. De acuerdo con Un curso de milagros, esta separación de Dios se dio hace millones de años. Pero la revelación importante, lo esencial del Curso, es que en realidad no sucedió jamás.

En la introducción de Un curso de milagros se dice: «Este curso puede, por lo tanto, resumirse muy simplemente de la siguiente manera:

Nada real puede ser amenazado. Nada irreal existe».

Lo que esto significa es:

1. El amor es real. Es una creación eterna y nada puede destruirla.
2. Todo lo que no sea amor es ilusorio.
3. Recuérdalo, y alcanzarás la paz.

Mantengo que Un curso de milagros afirma que sólo el amor es real: «Lo opuesto al amor es el miedo, pero aquello que todo lo abarca no puede tener opuestos». Cuando pensamos con amor, estamos literalmente creando junto con Dios. Y cuando no pensamos con amor, puesto que sólo el amor es real, entonces, de hecho, no estamos ni siquiera pensando. Estamos alucinando. Y eso es lo que es este mundo: una alucinación en masa, en donde el miedo parece más real que el amor. El miedo es una ilusión, un delirio. Nuestra locura, nuestra paranoia, nuestra angustia y nuestros traumas son imaginarios. Esto no quiere decir que no existan para nosotros en cuanto seres humanos, y es necesario exponerlos a la luz para poder liberarnos de ellos.

Pero no reemplazan al amor que hay dentro de nosotros. Son, literalmente, una pesadilla. Es como si la mente se hubiera escindido en dos partes, una de las cuales sigue estando en contacto con el amor, mientras que la otra vira hacia el miedo. El miedo produce una especie de universo paralelo donde lo irreal parece más real que lo real.

En Un curso de milagros se define el pecado como una "percepción desprovista de amor". La manera de escaparse del temor es haciendo que la mente adopte una actitud receptiva al amor. El amor expulsa el miedo de la misma manera que la luz expulsa la oscuridad. El pasaje del miedo al amor es un milagro. No es que organice las cosas en el plano terrestre; se dirige a la auténtica fuente de nuestros problemas, que está siempre en el nivel de la conciencia.

Los pensamientos son como programas en un ordenador, y aparecen en la pantalla de tu vida. Si no te gusta lo que ves en la pantalla, de nada sirve que te dirijas hacia ella para borrarla. El pensamiento es Causa, la experiencia es Efecto. Si no te gustan los efectos que encuentras en tu vida, tienes que cambiar la naturaleza de tu pensamiento.

El amor en la mente produce el amor en la vida. Este es el significado del Cielo.

El miedo en la mente produce el miedo en la vida. Este es el significado del infierno.

Nuestros problemas mundanos no son, en realidad, más que síntomas del verdadero problema, que es siempre una falta de amor. El milagro, un cambio desde el miedo al amor, funciona en un plano invisible. Transforma el mundo en el nivel Causal. Cualquier otra cosa no es más que un paliativo temporal, un remiendo pero no una sanación, un tratamiento del síntoma pero no una curación.

«Dios, por favor, ayúdame» significa «Dios, corrige mi pensamiento». «Líbrame del infierno» significa «Líbrame de mis insensatos pensamientos». Dios no violará la ley de Causa y Efecto, que es la ley más básica de la conciencia, y fue establecida para nuestra protección. Mientras tratemos a los demás como queremos que nos traten a nosotros, estaremos a salvo.

Adán y Eva fueron felices hasta que «comieron del árbol de conocer el bien y el mal». Lo que esto significa es que todo era perfecto hasta que empezaron a juzgar, a mantener el corazón abierto a veces, pero cerrado otras.

«Te amo si haces esto, pero no si haces aquello.» Cerrar el corazón destruye la paz interior. Es ajeno a nuestra verdadera naturaleza. Nos pervierte y nos convierte en personas distintas de las que habríamos debido ser.

Freud definió la neurosis como el hecho de alejarse del Yo, y eso es. El verdadero Yo es el amor dentro de nosotros. Es el «hijo de Dios». El yo temeroso es un impostor. La vuelta al amor es el gran drama cósmico, el viaje personal desde lo ilusorio hasta el Yo, del dolor a la paz interior.

En mi caso, las cosas fueron de la siguiente manera. Me metía en algún berenjenal tremendo, y entonces recordaba que lo único que necesitaba era un milagro, una inyección celestial, una curación radical, y le pedía a Dios que reprogramara mi ordenador mental. Rezaba: «Dios, por favor, ayúdame. Sana mis percepciones. Sea donde fuere que mi mente se apartó del amor -si he sido controladora, manipuladora, voraz, si he tenido ambiciones egoístas y he usado de alguna manera mi cuerpo o mis recursos sin amor-, sea lo que fuere, estoy preparada para que me sanes mentalmente. Amén». Estupendo. Y entonces el universo me oía y yo conseguía mi milagro. La relación sanaba, la situación quedaba perdonada, lo que fuere.

Pero después volvía a pensar de la misma manera que me había llevado a la humillación, y a repetir la misma secuencia. Me metía en alguna catástrofe emocional, terminaba otra vez derrotada, humillada, de nuevo le pedía a Dios que me ayudara y una vez más recuperaba la cordura y la paz.

Finalmente, tras un montón de repeticiones de aquellos mismos y conflictivos guiones, terminé por decirme: «Marianne, la próxima vez que te encuentres de rodillas, ¿por qué no te quedas así?». ¿Por qué no nos quedamos simplemente en el terreno de la respuesta, en vez de regresar siempre al del problema? ¿Por qué no buscar algún nivel de conciencia donde no sigamos creándonos continuamente los mismos problemas? No nos limitemos a pedir otro trabajo, una nueva relación o un cuerpo diferente. Pidamos un mundo nuevo. Pidamos una nueva vida.

Cuando estuve completamente de rodillas, y supe lo que significa sentirse sinceramente humilde, casi esperaba escuchar la cólera de Dios. En cambio, fue como si Le oyera decirme suavemente:

-¿Podemos empezar ahora?

Hasta ese momento estuve escondiéndome de mi amor, es decir, resistiéndome a mi propia vida. El retorno al amor no es el final de la aventura de la vida. Es el verdadero comienzo, el regreso al ser que eres.


CAPÍTULO 3



"El pensamiento que Dios abriga de ti es como una estrella inmutable en un firmamento eterno"


1. TU YO PERFECTO

«Una vez más: nada de lo que haces, piensas o deseas es necesario para establecer tu valía.»


Tú eres hijo de Dios. Dios te creó en un destello cegador de creatividad, como una idea esencial Suya, cuando Él Se extendió en amor. Todo lo que tú has ido añadiendo desde entonces es inútil.

Cuando preguntaron a Miguel Ángel cómo creaba una escultura, respondió que la estatua ya existía dentro del mármol. El propio Dios había creado la Piedad, el David, el Moisés. La función de Miguel Ángel, tal como él la veía, consistía en ir eliminando el exceso de mármol que rodeaba la creación de Dios.

Lo mismo pasa contigo. No necesitas crear tu yo perfecto, porque Dios ya lo ha creado. Tu yo perfecto es el amor que hay, dentro de ti. Tu tarea consiste en permitir que el Espíritu Santo retire el pensamiento temeroso que rodea tu yo perfecto, así como un exceso de mármol rodeaba la estatua perfecta de Miguel Ángel.

Recordar que formas parte de Dios, que eres alguien amado y digno de amor, no es arrogancia. Es humildad. Arrogancia es pensar que eres cualquier otra cosa, y no una creación de Dios.

El amor es inmutable y tú, por consiguiente, también. Nada que jamás hayas hecho o puedas hacer mancillará tu perfección a los ojos de Dios. A Sus ojos eres alguien digno por lo que eres, no por lo que haces. Nada de lo que hagas ni de lo que dejes de hacer determina tu valor esencial; tu crecimiento tal vez, pero no tu valor. Por eso Dios te aprueba y te acepta totalmente, exactamente tal como eres. ¿Cómo podrías no gustarle? No te creó en el pecado; te creó en el amor.


2. LA MENTE DIVINA

«Dios mismo iluminó tu mente, y la mantiene iluminada con Su Luz, porque Su Luz es lo que tu mente es.»


El psicólogo Carl Jung postuló el concepto del «inconsciente colectivo», una estructura mental innata que abarca las formas de pensamiento universales de toda la humanidad. Su idea era que si profundizas lo suficiente en la mente humana, llegas a un nivel que todos compartimos. El Curso va un paso más allá; si profundizas lo suficiente en tu propia mente, y profundizas lo suficiente en la mía, ambos tenemos la misma mente. El concepto de una mente divina o «crística» es la idea de que en nuestro centro mismo no somos solamente idénticos, sino que somos realmente el mismo ser. «No hay más que un solo Hijo unigénito» no quiere decir que fue algún otro y nosotros no. Quiere decir que lo somos todos. Aquí no hay más que uno de nosotros.

Somos como los radios de una rueda, que irradian todos hacia afuera desde el mismo centro. Si se nos define según nuestra posición en el borde, parece que estuviéramos separados y fuéramos distintos los unos de los otros. Pero si se nos define según nuestro punto inicial, nuestra fuente -el centro de la rueda-, somos una identidad compartida. Si profundizas lo suficiente en tu mente y en la mía, la imagen es la misma: en el fondo de todo, lo que somos es amor.

La palabra Cristo es un término psicológico. Ninguna religión tiene el monopolio de la verdad. Cristo se refiere al hilo conductor común del amor divino que es el núcleo y la esencia de cada mente humana.

El amor en uno de nosotros es el amor en todos nosotros. "No hay ningún lugar donde Dios se acabe y tú comiences", y ningún lugar donde tú termines y empiece yo. Tu mente se extiende hasta el interior de la mía y las de todos los demás. No se queda encerrada dentro de tu cuerpo.

Un curso de milagros nos compara con «rayos de sol» que creyeran estar separados del sol, o con olas que creyeran estar separadas del océano. Así como un rayo de sol no puede separarse del sol, y una ola no puede separarse del océano, nosotros no podemos separarnos los unos de los otros. Todos formamos parte de un vasto mar de amor, de una mente divina indivisible. Esta verdad sobre nuestra identidad es inmutable; nosotros, simplemente, la olvidamos. Nos identificamos con la idea de un pequeño yo aparte, y no con la idea de una realidad que compartimos con todos.

Tú no eres quien piensas que eres. ¿No te alegras? No eres tus títulos ni tus credenciales, ni tu casa. No somos nada de eso, en absoluto. Somos seres sagrados, células individuales del cuerpo de Cristo. Un curso de milagros nos recuerda que el sol sigue brillando y el océano continúa moviéndose, sin percatarse de que una fracción de su identidad se ha olvidado de lo que es. Somos tal como Dios nos creó. Todos somos uno, somos el amor mismo. «Aceptar al Cristo» no es más que un cambio en la percepción de uno mismo. Nos despertamos del sueño de ser criaturas finitas y aisladas, y reconocemos que somos espíritus gloriosos e infinitamente creativos. "Nos despertamos del sueño de ser débiles, y aceptamos que el poder del universo está dentro de nosotros."

Yo me di cuenta hace muchos años de que debía de ser muy poderosa si podía echar a perder todo lo que tocaba, en cualquier parte a donde fuera, con una coherencia tan asombrosa. Me imaginé que tenía que haber alguna manera de aplicar más positivamente ese mismo poder mental, por entonces sumergido en la neurosis. Gran parte del trabajo de orientación psicológica que más se practica en la actualidad consiste en analizar la oscuridad con el fin de llegar a la luz, en la creencia de que si nos concentramos en nuestras neurosis -en su origen y su dinámica- llegaremos a trascenderlas. Las religiones orientales nos dicen que si vamos en busca de Dios, perderemos por el camino todo lo que no sea auténticamente nosotros mismos. Ve en busca de la luz y la oscuridad desaparecerá. Concentrarse en Cristo significa concentrarse en la bondad y el poder que existen, latentes, dentro de nosotros, para -invocándolos- comprenderlos y expresarlos. En la vida conseguimos aquello en que nos concentramos. La concentración continua en la oscuridad nos conduce, como individuos y como sociedad, a adentrarnos más en ella. La concentración en la luz nos adentra en la luz.

«Acepto al Cristo interior» quiere decir: «Acepto la belleza que hay dentro de mí como el ser que realmente soy. No soy mi debilidad. No soy mi cólera. No soy mi pequeñez mental. Soy mucho más, y estoy dispuesto (o dispuesta) a que me recuerden quién soy en realidad».


3. EL EGO

«El ego es literalmente un pensamiento atemorizante.»


De pequeños nos enseñaron a ser niñas y niños «buenos», lo que, por cierto, implica que todavía no lo éramos. Nos enseñaron que éramos buenos si limpiábamos nuestra habitación, o si sacábamos buenas notas. No nos enseñaron que éramos «esencialmente» buenos. No nos proporcionaron una sensación de aprobación incondicional, un sentimiento de que éramos valiosos por lo que éramos, no por lo que hacíamos. Y no es que fuéramos educados por monstruos. Nos educaron personas a quienes habían educado de aquella misma manera. A veces, en realidad, quienes más nos amaban sentían que era su responsabilidad que estuviéramos bien preparados para la lucha.

¿Por qué? Porque el mundo es como es, duro, y ellos querían que nos fuera bien. Teníamos que volvernos tan locos como está el mundo, porque de otra manera jamás nos adaptaríamos a él. La meta era el logro, el título, el ingreso en Harvard. Lo raro es que no hayamos aprendido que la disciplina, desde esa perspectiva, es un extraño y antinatural desplazamiento de nuestro sentimiento de poder, que lo aparta de nosotros para proyectarlo sobre fuentes externas. Perdimos el sentimiento de nuestro propio poder. Y lo que aprendimos fue el miedo, el miedo de que, siendo tal como éramos, no valiéramos lo suficiente.

El miedo no favorece el aprendizaje. Nos vuelve tullidos, inválidos, neuróticos. Y cuando llegamos a la adolescencia, la mayoría de nosotros estábamos gravemente «tocados». Nuestro amor, nuestro corazón, nuestro verdadero yo, fueron constantemente invalidados tanto por la gente que no nos quería como por la que nos amaba. Y por falta de amor empezamos, lenta pero inexorablemente, a hundirnos.

Hace años me dije a mí misma que no debía preocuparme por el diablo. Recuerdo haber pensado que no hay ninguna fuerza maligna al acecho por el planeta. «No existe más que en mi cabeza», me dije. Después me di cuenta de que eso no era una buena noticia. Puesto que cada pensamiento crea experiencia, no hay peor lugar donde pudiera estar. Aunque es verdad que ahí afuera no hay ningún diablo a la caza de nuestra alma, en la mente tenemos la tendencia -que puede poseer una fuerza asombrosa- a percibir sin amor.

Como desde niños nos han enseñado que somos seres separados y finitos, nos resulta muy difícil todo lo que tiene que ver con el amor. Lo sentimos como un vacío que amenaza con abrumarnos, y en cierto sentido, es y hace precisamente eso. Aplasta a nuestro pequeño yo, nuestro solitario sentimiento de separación, y como eso es lo que creemos que somos, sentimos que sin él nos moriríamos. Lo que moriría en ese caso sería la mente asustada, para que el amor que hay dentro de nosotros pudiera tener ocasión de respirar.

En la terminología del Curso, se llama «ego» a la totalidad de nuestra red de percepciones atemorizantes, que brotan de aquella primera falsa creencia en nuestra separación de Dios y del resto de los seres humanos. La palabra «ego», en general la utilizo en este libro de diferente manera de como se suele usar en la psicología moderna. La utilizo como los antiguos griegos, como la idea de una identidad pequeña y separada. Es una falsa creencia sobre nosotros mismos, una mentira sobre quiénes y qué somos en realidad. Por más que esa mentira sea nuestra neurosis, y que vivirla sea una angustia terrible, es sorprendente la resistencia que ofrecemos a sanar la escisión.

Cuando el pensamiento se separa del amor, da lugar a creaciones profundamente falsas. Es nuestro propio poder vuelto en contra de nosotros mismos. En el momento en el que la mente se apartó por primera vez del amor -cuando el Hijo de Dios se olvidó de reír-, cobró existencia todo un mundo ilusorio. Un curso de milagros llama a ese momento el «desvío hacia el miedo» o la «separación de Dios».

El ego tiene una seudovida propia y, como todas las formas de vida, lucha con uñas y dientes para sobrevivir. Por más incómoda, dolorosa o incluso a veces desesperada que pueda ser nuestra vida, es la vida que conocemos, y nos aferramos a lo viejo en vez de probar algo nuevo. Estamos hartos de nosotros mismos, en un sentido u otro. Es increíble la tenacidad con que nos aferramos a cosas de las que pedimos ser liberados en nuestras oraciones. El ego es como un virus informático que ataca al centro del sistema operativo. Nos muestra un oscuro universo paralelo, un ámbito de dolor y de miedo que en realidad no existe, aunque ciertamente parece real. Antes de la caída, Lucifer era el ángel más bello del Cielo. El ego es nuestro amor a nosotros mismos convertido en odio a nosotros mismos.

El ego es como un campo de fuerza gravitacional, construido durante eternidades de pensamiento atemorizante, cuya atracción nos aleja del amor que hay en nuestro corazón. El ego es nuestro poder mental vuelto contra nosotros mismos. Es astuto, como nosotros, y persuasivo, como nosotros, y manipulador, como nosotros. Es un diablo de «lengua de plata». El ego no se nos aproxima para decirnos: «Hola, soy tu asco de ti mismo». No es estúpido, porque nosotros tampoco lo somos. Más bien nos dice cosas como: «Hola, soy tu yo adulto, racional y maduro. Te proporcionaré todo lo que necesites». Y entonces empieza a aconsejarnos que nos cuidemos a nosotros mismos a expensas de los demás. Nos enseña a ser egoístas, codiciosos, críticos y mezquinos. Pero recuerda que no somos más que uno: lo que damos a los demás, nos lo damos a nosotros mismos. Lo que les negamos, nos lo negamos a nosotros mismos. En cualquier momento en que escogemos el miedo en lugar del amor, nos negamos la experiencia del Paraíso. En la misma medida en que abandonemos al amor, sentiremos que el amor nos ha abandonado.


4. EL ESPÍRITU SANTO

«El Espíritu Santo es la llamada a despertar y a regocijarse.»


Libre albedrío significa que podemos pensar todo lo que queramos pensar pero "ningún pensamiento es neutro. No hay pensamientos fútiles. Todo pensamiento produce forma en algún nivel".

Asumir la responsabilidad de nuestra vida significa, pues, asumir la responsabilidad de nuestros pensamientos. Y rogar a Dios que «salve» nuestra vida significa rogarle que nos salve de nuestros propios pensamientos negativos.

Cuando apareció el primer pensamiento de temor, el más antiguo, Dios sanó el error. En su condición de amor perfecto, Él corrige todos los errores en el momento en que se producen. No puede forzarnos a volver al amor, porque el amor no fuerza; sin embargo, crea alternativas. La alternativa de Dios al miedo es el Espíritu Santo.

El Espíritu Santo es el "eterno vínculo de comunicación entre Dios y Sus Hijos separados", un puente para regresar a pensamientos bondadosos, «el Gran Transformador de la percepción», que de miedo la transforma en amor. Se llama con frecuencia al Espíritu Santo el «Consolador». Dios no puede imponerse a nuestro pensamiento porque eso sería una violación de nuestro libre albedrío. Pero el Espíritu Santo es una fuerza de nuestra conciencia interior que «nos libera del infierno», del miedo, siempre que le pidamos conscientemente que así lo haga, colaborando con nosotros en el nivel Causal, convirtiendo nuestros pensamientos de miedo en pensamientos de amor. No podemos invocarlo en vano. Al haber sido creado por Dios, forma parte de nuestro «ordenador». Se nos aparece bajo múltiples formas, desde una conversación con un amigo hasta una verdadera senda espiritual, desde la letra de una canción hasta un excelente terapeuta. Es el inexorable impulso hacia la totalidad que llevamos dentro, por más desorientados o locos que podamos estar. En nuestro interior siempre hay algo que anhela regresar a casa, y Él es ese algo.

El Espíritu Santo nos encamina hacia una percepción diferente de la realidad, una percepción basada en el amor. A la corrección que hace de nuestra percepción la llamamos la Expiación. Lo único que falta en cualquier situación es nuestra propia conciencia del amor. Al pedir al Espíritu Santo que nos ayude, expresamos nuestra disposición a percibir de otra manera una situación. Renunciamos a nuestras propias interpretaciones y opiniones, y pedimos que sean reemplazadas por las Suyas. Cuando sufrimos, rezamos: «Dios amado, estoy dispuesta (o dispuesto) a ver esto de otra manera». Poner una situación en manos de Dios significa poner en Sus manos lo que pensamos de ella. Todo lo que damos a Dios, Él nos lo devuelve renovado a través de la visión del Espíritu Santo. Hay personas que piensan que si nos entregamos a Dios, renunciamos a nuestra responsabilidad personal, pero la verdad es lo contrario. Asumimos la responsabilidad final de una situación al hacernos responsables de lo que pensamos de ella. Somos lo bastante responsables como para saber que, librados a nuestros propios recursos mentales, responderemos instintivamente movidos por el miedo. Y somos lo bastante responsables como para pedir ayuda.

A veces la gente piensa que recurrir a Dios significa dar entrada en nuestra vida a una fuerza que nos lo mostrará todo de color de rosa, y la verdad es que significa dar entrada a todo aquello que nos obligará a crecer... y el crecimiento puede ser desordenado, confuso. El propósito de la vida es que crezcamos hasta alcanzar nuestra perfección. Una vez que recurrimos a Dios, topamos con todo aquello que puede enfurecernos. ¿Por qué? Porque el lugar donde nos entregamos al enojo y no al amor es nuestra muralla, nuestro límite. Cualquier situación que nos saque de quicio es una situación donde no tenemos aún la capacidad de amar incondicionalmente. Es misión del Espíritu Santo llamarnos la atención sobre eso y ayudarnos a ir más allá de ese punto.

Nos movemos con comodidad en las pocas áreas donde nos es fácil amar. Es tarea del Espíritu Santo no respetar esas zonas de comodidad, sino destruirlas. No estaremos en la cumbre de la montaña mientras no nos resulten cómodas todas las zonas. El amor no es amor si no es incondicional. No tendremos la vivencia de quiénes somos en realidad hasta que no tengamos la vivencia de nuestro amor perfecto.

Para asegurar nuestro avance hacia el objetivo de la iluminación, "el Espíritu Santo tiene para cada uno de nosotros un programa de estudios sumamente individualizado". Cada encuentro, cada circunstancia, puede ser para Él un medio para Sus fines. Transita entre nuestra locura mundana y nuestro perfecto yo cósmico. Se adentra en el delirio para guiarnos más allá de él. Se vale del amor para crear más amor, y considera que "el miedo es una petición de amor".

El Holocausto no fue la voluntad de Dios, como no lo es el sida. Ambos son productos del miedo. Sin embargo, cuando rogamos al Espíritu Santo que entre en estas situaciones, Él las usa como razones y oportunidades para hacernos crecer hasta el preciso nivel de profundidad de amor merced al cual situaciones como éstas se ven erradicadas de la tierra. Entonces son un acicate para que amemos más profundamente de lo que jamás hemos amado antes.

Si realmente deseamos dar una respuesta moral al Holocausto, emplearemos todo nuestro poder para crear un mundo en el que aquello jamás pueda volver a suceder. Como sabe cualquier persona inteligente, Hitler no actuaba solo. Jamás podría haber hecho lo que hizo sin la ayuda de miles de personas que, aunque no compartieran su maldad, no tuvieron la fibra moral necesaria para oponérsele. ¿Qué quiere el Espíritu Santo que hagamos ahora? Aunque no podamos garantizar que nunca volverá a nacer otro Hitler, sí podemos crear un mundo donde, aun si aparece un Hitler, haya tanto amor que casi nadie lo escuche o colabore con él.

El camino espiritual es, pues, simplemente el viaje de vivir cada cual su vida. Todo el mundo se encuentra en un sendero espiritual, pero la mayoría de la gente no lo sabe. El Espíritu Santo es una fuerza mental que hay en nosotros; nos conoce en nuestro estado natural de amor perfecto -que hemos olvidado-, entra con nosotros en el mundo de ilusiones y miedos, y se vale de nuestras vivencias en él para recordarnos quiénes somos. Lo hace mostrándonos la posibilidad de un propósito de amor en todo lo que pensamos y hacemos. Revoluciona nuestro sentimiento de por qué estamos en la tierra. Nos enseña a ver que el amor es nuestra única función. Todo lo que hagamos en la vida será usado, o interpretado, por el ego o por el Espíritu Santo. El ego se vale de todo para internarnos más en la angustia. El Espíritu Santo se vale de todo para conducirnos a la paz interior.


5. LOS SERES ILUMINADOS

«La iluminación es simplemente un reconocimiento, no un cambio.»


Hay personas que han vivido sobre la tierra, y quizás haya personas que actualmente viven en ella, cuya mente ha sido completamente sanada por el Espíritu Santo. Han aceptado la Expiación. En todas las religiones se nos habla de santos o profetas que hicieron milagros. Eso se debe a que cuando la mente regresa a Dios, se convierte en un receptáculo de Su poder. El poder de Dios trasciende las leyes de este mundo. Los santos y los profetas, al aceptar la Expiación, han «realizado» su Cristo interior. Se han visto purificados de pensamientos atemorizantes y lo único que permanece en su mente es el amor. A estos seres purificados se los llama «iluminados». La luz significa comprensión. Los iluminados «comprenden».

Los iluminados no tienen nada que nosotros no tengamos. Llevan dentro el amor perfecto, como nosotros. La diferencia está en que ellos no tienen nada más. Los seres iluminados -"entre ellos Jesús- existen en un estado que está tan sólo latente en el resto de nosotros". La mente crística no es otra cosa que la perspectiva del amor incondicional. Tú y yo tenemos la mente de Cristo en no menor medida que Jesús. La diferencia entre él y nosotros es que nosotros nos sentimos tentados de negarla. Él está más allá de eso. Cada uno de sus pensamientos y de sus actos emana del amor. El amor incondicional, o el Cristo dentro de él, es "la verdad que nos hace libres", ya que es la perspectiva que nos salva de nuestros propios pensamientos atemorizantes.

Desde el punto de vista evolutivo, Jesús y otros maestros iluminados son nuestros hermanos mayores. De acuerdo con las leyes de la evolución, una especie se desarrolla en cierta dirección hasta que esa forma de desarrollo deja de estar bien adaptada para la supervivencia. Llegado ese punto, se produce una mutación. Aunque ésta no representa a la mayoría de la especie, representa la línea evolutiva mejor adaptada para la supervivencia de la especie. Entonces, los que sobreviven son los descendientes de la mutación.

Nuestra especie tiene problemas porque nos peleamos demasiado. Nos peleamos con nosotros mismos, con los demás, con nuestro planeta y con Dios. Nuestras actitudes, dominadas por el miedo, ponen en peligro nuestra supervivencia. Una persona que ama cabal y completamente es como una mutación evolutiva que manifiesta un ser que pone siempre el amor por delante, y así crea el contexto en el que se producen los milagros. En última instancia, es lo único «inteligente» que se puede hacer. Es la única orientación vital capaz de apoyar nuestra supervivencia.

Los mutantes, los iluminados, nos muestran a todos los demás nuestro potencial evolutivo. Nos indican el camino. Hay una diferencia entre ser un indicador del camino y ser una muleta. Hay personas que dicen que ellas no necesitan de una muleta como Jesús. Pero Jesús no es una muleta; es un maestro. Si quieres ser escritor, lees a los clásicos. Si quieres ser un gran músico, escuchas la música que crearon los grandes compositores que te han precedido. Si te estás preparando para ser pintor, es una buena idea que estudies a los grandes maestros. Si Picasso entrara en tu habitación mientras estás aprendiendo a dibujar y te dijera: «Hola, dispongo de un par de horas... ¿Quieres que te dé alguna idea?», ¿acaso le dirías que no?

Lo mismo pasa con los maestros espirituales: Jesús, Buda o cualquier otro iluminado. Fueron genios por su manera de usar la mente y el corazón, así como Beethoven fue un genio con la música o Shakespeare con las palabras. ¿Por qué no aprender de ellos, seguir su liderazgo, estudiar lo que hacían bien?

Un curso de milagros usa la terminología cristiana tradicional, pero de una manera muy poco tradicional. Palabras como Cristo, Espíritu Santo, salvación, Jesús, y otras, se utilizan según su significación psicológica más bien que religiosa. Como estudiante y maestra de Un curso de milagros, he podido comprobar la gran resistencia que muchas personas muestran a los términos cristianos. Como judía, yo pensaba que eran sólo los judíos los que tenían un problema con la palabra «Jesús», pero me equivocaba. No son sólo los judíos los que se ponen nerviosos al oír mencionar su nombre. Si pronuncias la palabra Jesús ante un grupo de cristianos moderados, es probable que provoque tanta resistencia como en cualquier otro grupo.

Y entiendo por qué. Tal como se afirma en el Curso, «se han hecho amargos ídolos de aquel que sólo quiere ser un hermano para el mundo». Son tantos los términos cristianos de que se ha echado mano para crear y perpetuar la culpa, que muchas personas inteligentes han decidido rechazarlos por completo. En muchos casos, a decir verdad, el problema es peor para los cristianos que para los judíos. Generalmente, a los niños judíos no se les enseña absolutamente nada sobre los términos cristianos, mientras que para muchos niños cristianos estas palabras están cargadas de culpa, castigo y miedo al infierno.

Las palabras no son más que palabras, y siempre se puede encontrar otras nuevas para reemplazar a las que agravian o disgustan. En el caso de Jesús, sin embargo, el problema no es tan simple como para resolverlo sencillamente encontrando otra palabra. Jesús es su nombre, y de nada sirve hacer como si se llamara Alberto. Al rechazar automáticamente a Jesús, basándose en lo que algunos cristianos tradicionales han hecho con y en su nombre, muchas personas han tirado el grano junto con la paja. En relación con Un curso de milagros y otras presentaciones esotéricas de la filosofía crística, han rechazado sin más el material, basándose únicamente en su lenguaje. Al hacerlo han caído en una trampa mental que en Alcohólicos Anónimos se conoce como «desprecio anterior a la investigación».

Hace años, acudí a una cena en Nueva York. En la mesa, el tema de conversación era una novela que se acababa de publicar, y alguien me preguntó si la había leído. Yo sólo había leído la reseña del libro en el New York Times, pero mentí y dije que sí. Me sentí muy avergonzada de mí misma. No había leído el libro, pero tenía la información suficiente para fingir, durante un momento, que sí. Estaba dispuesta a dejar que una opinión ajena pasará por ser la mía.

No mucho tiempo después, recordé aquel incidente cuando estaba decidiendo si leer o no un libro -que por cierto era uno de los libros de Un curso de milagros- que trataba de Jesús, sobre quien no había aprendido nada en mi niñez. Simplemente, me habían dicho: «Nosotros no leemos esas cosas, cariño». Pero los judíos, además, son conocidos por la forma en que estimulan los logros intelectuales en sus hijos. A mí -aunque nadie lo hubiera dicho a juzgar por mi comportamiento en aquella cena me habían enseñado a leer y a pensar por mi cuenta... y solía hacerlo. A mi modo de ver, Un curso de milagros no promociona a Jesús. "Si bien los libros proceden de él, queda muy claro en ellos que se puede ser un estudiante avanzado del Curso y no tener una relación personal con Jesús."

El Curso entiende nuestras resistencias, pero no las alimenta. Es hora de que se produzca una verdadera revolución en nuestra manera de entender la filosofía crística, y muy particularmente en nuestra manera de entender a Jesús. La religión cristiana no tiene ningún monopolio sobre Cristo ni sobre el propio Jesús. En cada generación debemos volver a descubrir lo que es verdad para nosotros.

¿Quién es Jesús? Es un símbolo personal del Espíritu Santo. Al haber sido totalmente sanado por el Espíritu Santo, se ha vuelto uno con Él. Jesús no es el único rostro que toma el Espíritu Santo. Es uno de ellos. Es decididamente una vivencia de la cima de la montaña, pero eso no quiere decir que sea el único que está allá arriba.

Jesús vivió en este mundo del miedo y sólo percibió el amor. Cada acción suya, cada palabra, cada idea estaba guiada por el Espíritu Santo, no por el ego. Fue un ser totalmente purificado. Pensar en él es pensar en el amor perfecto que hay dentro de nosotros, y por consiguiente invocarlo.

Jesús alcanzó la realización total de la mente crística, y Dios le confirió entonces el poder de ayudar al resto de los humanos para que lleguemos a ese lugar que está dentro de nosotros mismos. Tal como Él mismo afirma en el Curso, «Yo estoy a cargo del proceso de Expiación». Y como comparte con Dios la visión de las cosas, se ha «convertido» en esa visión. Ve a cada uno de nosotros tal como Dios nos ve -inocentes y perfectos, amorosos y dignos de amor- y nos enseña a vernos de esa manera. Así es como nos guía para salir del infierno y llevarnos al Cielo. Ver con sus ojos es expiar los errores de nuestra percepción. Ese es el milagro que él opera en nuestra vida, la luz mística que irrumpe desde el interior de nuestra alma. Nuestra mente fue creada para que fuera un altar al Hijo de Dios. Él representa al Hijo de Dios. Adorarlo es adorar el potencial de amor perfecto que hay en todos nosotros.

Los cuentos de hadas son alusiones místicas al poder del ser interior, transmitidas de generación en generación. Son historias de transformación. Cuentos como los de Blancanieves y la Bella Durmiente son metáforas de la relación entre el ego y la mente divina. La mala madrastra, que es el ego, puede hacer dormir a la Bella Durmiente o a nuestro Cristo interior, pero jamás podrá destruirlos. Lo que ha sido creado por Dios es indestructible. Lo más destructivo que ella puede hacer es hechizarnos, hacer que la belleza se duerma. Y lo hace. Pero el amor que hay dentro de nosotros no se extingue; sólo se queda dormido durante un tiempo muy largo. En todos los cuentos de hadas llega el Príncipe. Su beso nos hace recordar quiénes somos y por qué vinimos aquí. El Príncipe es el Espíritu Santo, que viene, con vestimentas y disfraces diversos, a despertarnos con Su amor. En el momento en que casi se ha perdido toda esperanza, cuando parece que el mal ha triunfado por fin, nuestro Salvador aparece para tomarnos en sus brazos. Tiene múltiples rostros, y uno de ellos es el de Jesús. No es un ídolo ni una muleta. Es nuestro hermano mayor. Es un regalo.


CAPÍTULO 4

LA ENTREGA


«Pues descansamos despreocupados en las manos de Dios...»


1. LA FE

«No hay ningún problema que la fe no pueda resolver.»


¿Y si verdaderamente creyéramos que hay un Dios, un orden benéfico en las cosas, una fuerza que las mantiene unidas sin necesidad de nuestro control consciente? ¿Y si pudiéramos ver, en nuestra vida diaria, cómo opera esa fuerza? ¿Y si creyéramos que de alguna manera nos ama, se preocupa por nosotros y nos protege? ¿Y si creyéramos que podemos darnos el lujo de relajarnos?


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Comprensión a través de la Atención de VICENTE BELTRÁN ANGLADA








Vicente. —La problemática de la era presente, como sucede con todas las eras, es singularmente, de adaptación. Cómo y de qué manera el ser humano se adapta a las circunstancias kármicas de la vida, esto es lo que le confiere o no el poder de dominar los acontecimientos.

Hemos dicho, y hemos insistido frecuentemente, en el hecho de que nuestra humanidad actual está sujeta como nunca a unas tremendas invasiones de fuerza cósmica. Estamos hablando constantemente de un centro místico, que esotéricamente llamamos Shamballa, del cual surgen estas energías que condicionan la actitud y la actividad del hombre sobre la Tierra, y al decir la actitud y la actividad del hombre sobre la Tierra, me refiero también a todos y a cada uno de los reinos, a todas las razas y a todas las especies vivientes. Es una invasión total, si podemos utilizar un término apropiado, pero las circunstancias actuales, la manera en que se desenvuelve la humanidad, en todas sus absolutas vertientes, depende mucho de la educación que se da en las escuelas de educación básica o primaria y la que se imparte después en las universidades, en la cual se tiene en cuenta la instrucción del individuo, pero no la educación individual. Hay una gran diferencia, hablando psicológicamente, entre una persona instruida o culta y una persona que a través de la educación ha llegado a comprender los problemas de la vida, y todos estamos ahora enfrentando graves problemas. Problemas sociales de alta envergadura, problemas políticos que no se refieren solamente a nuestro pequeño país sino que abarcan el orbe entero y, como siempre, la respuesta esotérica que proviene de la Jerarquía a través de los ashramas, siempre es la que da la nota clave de adaptación, de cómo los seres humanos que han llegado a comprender en una cierta medida el poder que puede actualizar en un momento dado - desde el ángulo psicológico - para adaptarse a estas grandes invasiones de fuerza, puede conferir a nuestra era quizá el mayor de los galardones, el mayor de los títulos que pueden darse a una humanidad: la humanidad que se supo adaptar y que puede pasar a la historia como la humanidad mejor organizada de todas las humanidades que pisaron el planeta desde el principio de los tiempos.


Naturalmente, cuando hablamos con esta familiaridad, casi exquisita diría yo, de los grandes seres, de los grandes acontecimientos cósmicos, de las grandes constelaciones, y vernos aquí situados dentro de esa vorágine de fuerza, actuando como lo hacíamos antes, anteriormente, en otras épocas de la historia, es negativo desde el ángulo de vista esotérico. La situación tiene que cambiar fundamentalmente si queremos que el mundo en su totalidad cumpla el objetivo propuesto precisamente por Sanat Kumara, el Señor del Mundo. Cuando hablamos del Señor del Mundo, parece que estemos hablando de una entidad que esté alejada de nosotros a muchos millones de años luz y, sin embargo, está presente aquí y ahora, pues como se dice en los Upanishads o el Vedanta o en el Bhagavad Gîta: “No cae hoja del árbol sin que reciba la bendición del Señor del Mundo”, una mente omnipotente dentro de la cual quedan registrados todos los acontecimientos del tiempo. Existe, entonces, frente a esta gran invasión de fuerza, frente al conocimiento que nos da el esoterismo moderno, y al decir esoterismo moderno no es que quiera decir que exista un esoterismo para cada época, sino que la clave del conocimiento que corresponde a nuestra era es la adaptación a través de la comprensión, y a partir de aquí Uds. pueden llenar este gran vacío que existe entre nuestras mejores aspiraciones y la finalidad del propósito o el designio del propio Dios, un largo, un profundo abismo que hay que salvar cueste lo que cueste, este abismo de incomprensión que existe por doquier.

Naturalmente, que la incapacidad existe fundamentalmente porque el hombre se ve avasallado por los acontecimientos, sobrepasan su entendimiento, su comprensión, su propia voluntad, se encuentra varado en el fondo del río de sus propios sentimientos, de sus propios deseos, embargado por sus propios pensamientos, sin capacidad alguna de reacción a estos grandes acontecimientos cósmicos a los cuales estoy haciendo referencia, por vivir una era singularmente mística en el aspecto esotérico, y no solamente científica en el aspecto dinámico, es el porqué ahora, en estos momentos, la ciencia que ha descubierto tantas cosas y nos ha deparado confort en nuestra vida moderna - un confort meramente físico, naturalmente -, más el conocimiento esotérico, que no es que venga importado de oriente, sino que viene importado por la Jerarquía, a través de los ashramas que existen en cada país. Porque el conocimiento, naturalmente, el conocimiento espiritual, no es el monopolio ni de oriente ni de occidente sino que corresponde única y exclusivamente al ser humano. Si estamos aquí y ahora es porque estamos ávidos de conocimiento. Las fuentes de este conocimiento, pueden ser más o menos conocidas, más o menos ocultas desde el ángulo de vista esotérico, (pero) lo que interesa fundamentalmente es darnos cuenta de una situación vigente, y hemos perdido la capacidad de reaccionar ante los acontecimientos y, por lo tanto, es esto lo que incapacita al hombre. En todos los momentos de su vida se siente avasallado, ha perdido la capacidad de respuesta a la vida, no reacciona, está cristalizado. El ambiente le brinda todo cuanto necesita para su propia diversión, una diversión que ausencia de él todo cuanto tiene de creador. La prensa, la radio, la televisión nos dicen cómo tenemos que pensar, cómo tenemos que sentir, cómo tenemos que reaccionar, y no es esto lo que corresponde al designio de Shamballa, y no es esto lo que pretenden estas grandes invasiones de fuerza cósmica. Es otra cosa más sencilla, y al decir más sencilla no es la más fácil, es la capacidad de respuesta que tiene el hombre en todo momento a lo que significa un acontecimiento vital. Esto que estamos viviendo es un acontecimiento vital, ¿verdad? Si no, no estaríamos aquí, estaríamos en otra parte, pero también tengo que decirles que dondequiera que vayamos existen acontecimientos vitales. Acontecimientos vitales llenos de acontecimientos místicos, llenos de vivencias que no sabemos interpretar, que no sabemos vivir ni aprovechar. Por ejemplo, la educación continúa siguiendo el mismo camino de la era pasada: se basa simplemente en la capacidad que tiene el hombre de recordar hechos en la memoria, pero no atenta directamente ni al corazón ni a la mente superior, que es lo que da comprensión y lo que da adaptación. El día que interpretemos que Shamballa nos da esto, una interpretación correcta de los hechos más la voluntad de la acción, entonces nos adaptaremos bien, porque no habrá la dificultad de esta mente distraída constantemente por tantas cosas que están pululando en el ambiente circundante. Esta vivencia, no esta manera digamos de ver los hechos en forma distraída, inconsecuente, perdidos en el laberinto de todo cuanto nos están poniendo dentro de la mente, los intereses creados, los monopolios existentes en todos los órdenes. ¿O acaso la mente no está monopolizada hoy día? ¿Acaso el espíritu no está monopolizado? Estamos viendo la invasión que existe de sectas espirituales, carentes de espiritualidad naturalmente, porque solamente existe una fuente de espiritualidad aunque tenga muchas vertientes, me refiero a todo a aquello que surge de los ashramas de la Jerarquía, no que venga a través de los falsos gurús, de las falsas sectas, de los falsos patrimonios culturales, como se suele decir modernamente, pero para llegar a esta comprensión de que estamos monopolizados espiritualmente, igualmente que estamos siendo monopolizados de una manera mental, entonces, tiene que haber un cambio completo de actitud, pero como lo tenemos hecho todo, todo está trazado, solamente tenemos que ir recogiendo los frutos del ambiente. Esto no significa que seamos inteligentes ¿verdad?, ni que tengamos capacidad alguna de reacción, y tampoco me atrevería a decir que hablar de Sanat Kumara puede servir para adaptar inmediatamente el hombre a una circunstancia determinada ¿verdad?, quizá el aspecto sea más sencillo, más práctico, y quizá más directo, y es cómo y de qué manera podríamos salir de este círculo. Un verdadero círculo infranqueable creado por nuestra falta de inadaptación que en el fondo es el miedo a afrontar situaciones. Se presenta una situación, ya tenemos al gurú que lo resuelve, o al confesor dentro de la organización religiosa. Me pregunto dónde está el espíritu creador, si precisamente lo único que pretende hoy día el esoterismo, podríamos decir en esta era cíclica, es que desaparezcan todos los intermediarios existentes entre el Yo y el propio Dios. Entonces, las organizaciones religiosas que tienen aparentemente el monopolio de Dios dejan de tener eficacia; también aquellos que a través de ejercicios determinados de yoga o de meditación, más o menos trascendental, se están erigiendo como pináculos de la espiritualidad, también son intermediarios. No hay compromiso entre el hombre y el intermediario, su compromiso es entre él y el propio Dios, entre el Yo superior y el yo inferior, es la única manera de meditar, es la única manera de no vivir distraídos, ausentes completamente del valor de los acontecimientos, y esto nadie puede hacerlo por nosotros. Repito, el gurú tiene sus propios problemas, vamos, el gurú que conocemos, porque el verdadero gurú se presentará tan simplemente a nuestra vista que si no estamos muy atentos no lo reconoceremos; pero ahora, de la misma manera que antaño se monopolizaban los bienes temporales, ahora se están manipulando los bienes espirituales, y el hombre todo lo tiene ya realizado, todo lo tiene hecho, no tiene más que alargar la mano como Adán y recoger el fruto, pero aquello no lleva a ninguna parte, es simplemente que está llegando a un punto dentro del movimiento alrededor de sí mismo que le impide descubrir la verdad, la realidad, el poder inmanente existente en todas las cosas, entendiendo por inmanencia aquella pequeña parte de la trascendencia que podamos comprender en un momento dado del tiempo.

Si Uds. quieren tener la medida, yo diría la medida áurea, para descubrir el valor de un acontecimiento, solamente tienen que darse cuenta si Uds. están adaptados a las situaciones. Para mí, adaptarse a una situación es vivir tan íntegramente aquella situación que entre el yo que observa y la situación que está siendo observada no exista ningún vacío, y esto solamente puede ser realizado cuando estamos muy atentos, cuando estamos expectantes, cuando empezamos aquí. Solamente aquel silencio que nos embarga, aquello es atención, aquello es observación, aquello es contacto directo con el Ser superior. ¿Y hemos necesitado algún intermediario? ¿Verdad que no? ¿Para qué sirven los sofismas, las disciplinas, todo cuanto se nos está suministrando para enriquecer el espíritu, si el espíritu de por sí ya tiene la máxima riqueza? Además, dense cuenta de que para llegar al Reino de Dios no se precisa pasaporte ni dinero, porque no existen fronteras. Las fronteras, paradójicamente, las constituyen aquellos que sin merecerlo están erigiéndose como instructores sin tener la cualidad espiritual requerida para llegar a este punto de consumación que comprenda realmente las necesidades de una generación, las necesidades de la infancia, de la juventud, de la adolescencia, de la tercera edad o de la vejez, porque existe un mensaje para cada edad, ¿verdad?, como existen los yugas para el Logos Planetario. Y, naturalmente, si no tenemos la capacidad de interpretar objetivamente, muy objetiva y concretamente la enseñanza esotérica, seremos simplemente unos inadaptados que seguiremos simplemente el fluir de los acontecimientos pero sin penetrar dentro de los propios acontecimientos. Podríamos realizar este contacto interno dentro del cual nuestra visión interna y el acontecimiento constituyen una sola cosa, un sólo núcleo de poder, y darnos cuenta de que aquella situación prácticamente ha sido comprendida porque ha sido asimilada, porque nos hemos adaptado de una manera tan profunda, que la sensación del propio yo ha desaparecido, y si desaparece la sensación del yo, ¿Qué es lo que queda?, queda Dios, aquello por lo cual todos luchamos. Sin darse cuenta el malvado está buscando a Dios a través de sus fechorías, lo que pasa es que lo hace a un nivel tan bajo que la imagen de Dios queda oscurecida por los deseos insanos, pero existe un propósito en la naturaleza y este propósito de la naturaleza en el hombre se convierte en voluntad. Y ahora más que nunca deberemos utilizar la voluntad, porque utilizamos la emoción y la mente crítica, la mente intelectiva, la mente concreta, la mente de las irrealidades - si Uds. me lo permiten -, porque el amor es una caricatura, ¿verdad? Pues bien, ¿vamos a decir que nos estamos amando?, estamos deseándonos los unos a los otros o estamos uniéndonos por lazos de simpatía más o menos emocionales. La mente solamente crítica, está ávida de conocimientos concretos, es decir, está llenando el archivo, hace lo mismo - perdónenme Uds., pero es verdad - que hace la computadora, está absorbiendo datos. Por esto les decía que hay que pasar de la mera instrucción - que es la acumulación de datos - al aspecto superior de la cibernética, o sea, la informática. Cada uno de nosotros tiene que convertirse en un informador de su propia vida, no en un repetidor. Bien mirado, el loro también repite cosas pero no sabe lo que repite, ¿verdad?. Entonces, más que instrucción precisamos una educación. Yo digo que la educación que precisamos ahora es la de la atención, estar atentos a las situaciones. Vivir con carisma, podíamos decir. Solamente será carismático, en el sentido psicológico, aquella persona que esté muy atenta al devenir de los hechos y al devenir de las personas. Bien mirado, si sólo estuviésemos atentos al devenir de los hechos, solamente ampliaríamos nuestra mente concreta, seríamos más intelectuales porque habríamos acumulado más cosas, o sea, que nos habríamos extendido horizontalmente hasta el infinito. Me refiero a aquella capacidad que tiene el individuo de adquirir una especie de conocimiento que no deja huella, que al penetrar en nosotros nos deje limpios de mácula. Y éste es el conocimiento superior, llámesele abstracto o intuitivo, pero este aspecto intuitivo solamente será real y efectivo en nosotros cuando la comprensión, o la verdadera educación, haya dejado de lado la instrucción. Y aquí hay mucha tela que cortar, como se dice vulgarmente, porque todos estamos muy instruidos y al propio tiempo estamos muy apegados al producto de nuestras instrucciones, y como cada cual está apegado a su propia instrucción, está creando una barrera mental entre su instrucción y entre otra instrucción, y así van viniendo poco a poco las guerras. Una guerra, en el fondo, no es más que una lucha de voluntades. Es lo primero que se enseña en una academia de guerra. Yo he pasado por una de ellas, desgraciadamente, donde se dice: la guerra es una lucha de voluntades, así que el que tenga la voluntad más fuerte es el que ganará. Y Uds. saben que voluntad es más armamento en este caso. No será la voluntad individual la fuerza que da el poder o el poder que engendra la fuerza, como Uds. quieran, pero el caso es que es psicológico, profundamente psicológico, una guerra nunca viene si no hay una guerra psicológica entre las personas o entre las naciones o entre las familias o dentro del propio individuo y, naturalmente, cuando estamos pensando, cuando estamos sintiendo o cuando estamos actuando o cuando estamos hablando, estamos emitiendo al éter, que está llenándolo todo, una serie de luchas internas que no acabamos de aclarar y, naturalmente, si no estamos muy atentos al fluir de los acontecimientos, estaremos llenando constantemente el ambiente de estas perturbaciones internas que todos tenemos: nuestras imaginaciones acerca de algo que desconocemos, nuestras conjeturas, nuestro deseo de Dios, que en un momento determinado se convierte en un apego. Es decir, que antes les había dicho a Uds. que hay que librarse de los intermediarios. ¡Pero cuidado que nosotros mismos utilicemos nuestra mente para convertirla en un intermediario!, pues entonces nunca realizaremos la unión con Dios o con el Logos o como Uds. quieran llamarlo, porque, naturalmente, en tanto subsista el deseo de Dios habrá una distancia entre el deseo y Dios, y estaremos separados. No habrá ningún gurú, pero estaremos nosotros todavía allí, funcionando como entidades autónomas, independientes del propio Dios, y para llegar al propio Dios, aunque parezca paradójico, tendremos que perder nuestra propia auto- independencia para quedar dentro Dios, ¡y a ver lo que ocurre allí!. Esto está muy matizado en el Agni Yoga, por ejemplo, es aquel trance místico dentro del cual el discípulo se encuentra ante el gran vacío de inseguridad mental, emocional y física que nadie puede calmar, que nadie puede dirimir por él y que, por lo tanto, se convierte quizá en la última de las ataduras, pero es una gran atadura, una profunda atadura, es el apego al propio Dios.

Yo creo que está llegando, o ha llegado ya, el momento de tomar grandes decisiones en la vida de cada uno de nosotros, porque si no lo hacemos así, todo cuanto estemos estudiando esotéricamente será una vulgar instrucción exotérica y es preferible, dicho por los propios labios del Maestro: “Es preferible que el hombre conozca menos y que viva más, y no que conozca más y viva menos”. Y Uds. saben bien que me refiero al conocimiento, con la agravante de que el pensamiento informado ocultamente da poder. Y ahora hay escuelas que están tratando de convertir a sus educandos en verdaderos magos negros, enseñándoles ciertos ritos, ciertas cosas que fueron trascendidas en la Era Atlante y que, por lo tanto, se convierten en frenos para la marcha individual de su evolución psíquica y psicológica, y que aún al final casi del siglo XX todavía hay personas que se quieren comunicar con los espíritus utilizando lo que se utilizaba antiguamente, las pequeñas mesas de tres patas, la ouija, para distraerse o para instruirse de cosas raras, pero no para comprender el objetivo de la existencia. Por esto les decía que no nos adaptamos a la situación actual, vivimos pendientes de lo que nos dicen los demás o de lo que leemos en los libros. Yo les digo a Uds. que ni la Biblia, ni el Bhagavad Gîta, ni el Fuego Cósmico, ni la Doctrina Secreta, tendrán valor para la persona que lea aquello como una simple información, y hay cosas que tendrán que pasar mil veces sin comprender lo que quieren significar, porque como decía Don Quijote: “Al buen entendedor, no le duelen prendas”. Significa esto que no hay que leer tanto y meditar más, yo diría que hay que estar más atentos a lo que se lee que al significado de lo que puede literalmente decir un párrafo, y digo a Uds. también, que todo cuanto sucede en la vida es una conversación cósmica, y que nuestros oídos están cerrados a esta conversación y que, por lo tanto, podemos decir que al no querer abrir los oídos no podemos comprender y que al cerrar los ojos no podemos percibir.

Y ahora quisiera que conjuntamente examinásemos esta situación psicológica que todos vivimos, para ver si realmente existe una posibilidad de redención humana sin tener que pasar nuevamente por el sacrificio de la guerra. Significa que cada uno de nosotros tendrá que dejar de luchar en su aspecto individual, familiar, profesional, cultural, grupal, nacional, internacional. Tendrá que dejar de adherirse o de apegarse a conceptos tradicionales, tendrá que dejar radicalmente al gurú, en el cual depositan su confianza, porque el gurú en este caso es un mago negro desde el punto de vista esotérico. Solamente existe un Maestro, de cuyas informaciones o educaciones o sugerencias solamente pueden ser advertidos los discípulos mundiales, y ningún discípulo mundial se otorgará el derecho de establecerse dentro de un campo magnético para atraer gente en un sentido negativo, a veces siguiendo fines inconfesables, la mayoría de las veces buscando una remuneración económica, como si el Reino de Dios pudiese ser alcanzado por la violencia del dinero, no es la violencia a la que se refería Pablo de Tarso, se refería al dinamismo de la acción y desde entonces existe el poder de la voluntad que todavía no hemos utilizado y que, por lo tanto, está todavía virgen, inmaculado de trabajo y hay que ponerlo en movimiento. Y a partir de aquí podemos establecer un coloquio.

Ramón. — ¿La utilización del poder de la voluntad aplicada a unas circunstancias exteriores que no son correctas, no implica inevitablemente una lucha, aunque psíquicamente haya una paz interior?

Vicente. — Implicaría la destrucción del hecho negativo, porque lo que utilizamos no es la voluntad sino el libre albedrío que no es voluntad. Afortunadamente, la voluntad del mundo no es la voluntad fuerte, esta voluntad dinámica que estamos tratando de desarrollar, sino que simplemente es la elección que se hace sobre un campo de situaciones, y un campo de situaciones puede ser negativo, entonces queremos utilizar aquel libre albedrío para solucionar un problema negativo, pero, el mago blanco, y siempre que hablamos esotéricamente hablamos del mago blanco, tiene que utilizar la voluntad, única y simplemente para destruir los acontecimientos incorrectos y ayudar a establecer la paz sobre los acontecimientos, creando las vías correctas de solución de todos y cada uno de los problemas. Por ejemplo, el problema económico, el problema económico cuanto más vueltas le damos en la mente más turbio lo encontramos, porque no estamos atentos al problema económico, estamos atentos a una situación económica propia o personal. No sabemos cómo se ha producido una depresión económica dentro de la cual todos estamos involucrados, y como estamos involucrados en una situación económica personal hay ricos y hay pobres. Existe este espantoso desequilibrio social que por un lado hay quienes tienen mucho y por otro lado los que tienen poco o nada, los desheredados, o el tercer mundo, se ha puesto de moda el tercer mundo, la tercera edad, etc. Pero, virtualmente, la voluntad, el propósito, el designio, no pueden existir si no se ve clara la situación, y una situación no puede verse clara si hay apego. Solamente se aconseja: ¿estás apegado a esta situación económica, pasional o como sea? Desde el momento en que hay apego no hay lugar alguno para la voluntad, habrá simplemente un campo de selecciones múltiples para aclarar aquella situación, no para resolverla, para aclararla simplemente. La resolución total es cuando estamos tan libres del problema que el problema se resuelve por sí mismo, es decir, lo que decía el Maestro: “Es intentar apagar el fuego con petróleo”. La voluntad del hombre para resolver una situación negativa es un incentivo porque todo acontecimiento tiene conciencia y reacciona contra tu voluntad, entonces, hay un campo de fuerzas tremendo dentro del cual queda envuelto el individuo y no puede solucionar. Y lo mismo sucede con los problemas pasionales, que están de moda porque existe una pasión debido a que las energías cósmicas a las cuales hago referencia están llegando a lo profundo del ser y levantan todo aquel cieno que está dentro de Dios sabe desde cuántas edades. Y el hombre teme avanzar porque cada paso que da teme que se esfume algo sobre sí con estrépito de siglos en ruinas. Es su propia creación la que surge. Y, ¿Cómo surge una situación económica, pasional o simplemente de poder? Cuando existe un gran movimiento de energías cósmicas que llegan profundamente al seno del individuo, a lo más profundo, y hacen surgir de su subconciencia o del inconsciente colectivo de la raza, todo aquello indeseable que no está consumado, que está simplemente dormido, y es esta fuerza cósmica la que hace levantar todo ese cieno para que surja a la superficie y se dé cuenta el hombre, cuando está muy atento, de cuál es su verdadera situación psicológica, su verdadera situación espiritual. Es el caso de un vaso de vidrio con posos de barro dentro del cual echamos agua pura, limpia y transparente, ¿Qué sucederá? El agua es la fuerza cósmica que está entrando en la Tierra, es pura e inmaculada, pero el depósito del hombre está lleno de impurezas. Entonces, una Era, cualquiera, la nuestra actual precisamente que está gobernada muy intensamente por este principio, surge todo a la superficie. ¿Qué creen Uds. que es la pornografía ambiental hoy día? Es el recuerdo de la raza Lemur. ¡Y nos creemos civilizados!, y es todo cuanto hicieron las humanidades anteriores de la primera raza, que estaba educando el principio del sexo y que, por lo tanto, como aquello no fue consumado, y al pasar por la raza Atlante todavía se centuplicó por la fuerza de la imaginación, ha llegado a nuestros días en forma de grandes lemures o de grandes fuerzas que están gravitando aquí y ahora. Son estos egregores con los cuales la Jerarquía está tratando de impeler la fuerza, la voluntad de los discípulos, para destruir el pasado Lemur y el pasado Atlante definitivamente. Así que las facilidades que da el gobierno para la pornografía, para la prostitución, para la droga, para lo que sea, no es más que responder al incentivo de una fuerza cósmica. Pero no es el gobierno, sino que es cada uno de nosotros que debe darse cuenta de su situación, que leer libros esotéricos no conduce a luchar íntegramente contra la situación creada por una pasión del hombre, simplemente estamos marcando el compás del tiempo, esperando que se resuelva por obra y gracia del Espíritu Santo, y esto solamente se realiza por obra y gracia del Espíritu Santo en el momento de la iniciación y queda mucho terreno que recorrer todavía, tal como está la situación mundial, y no quiere significar que muchos de nosotros no estemos al borde de la iniciación, si no, no estaríamos aquí y ahora discutiendo un asunto que aparentemente no tiene significado, porque lo sabemos todos, ¿verdad? Todos sabemos esto, pero cuando estamos en grupo podemos tomar una conciencia efectiva del problema, y una vez tengamos una conciencia efectiva del problema vendrá la solución, no lo duden.

Leonor. — Así quieres decir, que así como por ejemplo las enfermedades son entidades, así ciertas situaciones ilógicas o injustas también son una entidad. En este caso tendríamos que conocer, debido a nuestra evolución, la calidad de esta entidad y atacarla directamente en vez de atacar lo que se ve por fuera; o sea, dejar la punta del iceberg para atacar las causas, ¿no?

Vicente. — Exacto.

Leonor. — En este caso ya no sería luchar, ¿no? Buscar las causas de la entidad que ha formado todo aquello; o sea, al buscar esas causas no se tienen que atacar a esas causas. Como no son físicas no se tienen que atacar con cañones, se pueden atacar con una gran cantidad de buena voluntad superior, en el cual no estuviera el ser emocional atado, ¿verdad? O sea, yo miraba esto como las enfermedades.

Vicente. — Exacto, es que realmente un acontecimiento es una entidad. Una enfermedad no se soluciona todavía, singularmente las enfermedades de tipo incurable, porque no son cosas, no son una acumulación, digamos, de bacterias o de moléculas negativas, sino que es una entidad coherente, y como que es una entidad coherente, está luchando por su propia supervivencia, por tanto, está reaccionando contra nosotros. El Maestro Tibetano dice algo que no sé hasta qué punto ha sido comprendido: “El día que el individuo empiece a amar su enfermedad, hablando en términos físicos - en Escritos Inéditos - la entidad desaparecerá porque no habrá ninguna resistencia de parte del yo”. Es el yo lo que crea resistencia, lo que crea la fricción. El fuego inferior lo crea el hombre luchando contra los acontecimientos, luchando contra los vecinos, luchando en la familia, luchando contra sí mismo. Y no se resuelve una situación drásticamente, solamente yendo contra aquello, sino dejando de reaccionar, examinando el problema, no queriendo matar el problema, examinarlo simplemente. Hay unas palabras de Santa Teresa o Teresa de Ávila que son aleccionadoras y dice: “El diablo puede ser vencido, porque lo que hace el diablo es pasar encubierto para que no sea conocido”. El día que el individuo esté atento al diablo, el diablo desaparecerá. Es decir, el diablo da miedo porque no lo conocemos, ¿verdad? Y se hacen películas acerca del diablo que se apartan por completo de la realidad esotérica, o de las posesiones o de las epilepsias que existen o de las enfermedades de tipo nervioso, porque no se comprende el alcance de la voluntad del hombre cuando examina completamente y enteramente una situación y que, por tanto, al examinar en profundidad el misterio se aclara: se ve que no hay demonio más que el hombre y tampoco existe más ángel que el hombre. Entonces, el mito del cielo y del infierno dejan de ser, porque el hombre, por su propia situación psicológica, posee el bien y el mal. Está en la cruz, está en la balanza, y es el propio Yo quién pesa sus actos -aunque en la mitología se dice que es Osiris quien pesa el corazón de los hombres-, es el hombre que se está pesando constantemente. Se puede inclinar hacia el bien, se puede inclinar hacia el mal, nadie se lo impide, ¿verdad? Entonces, cuando nos sentimos llenos de mal, en lugar de reflexionar y ver la cosa clara, para hallar de esta manera el camino del bien, entonces buscamos la ayuda del gurú, el especialista para resolver problemas espirituales.
Y ya caemos otra vez en el demonio, dicho paradójicamente naturalmente, porque realmente, al igual que Dios para nosotros continúa siendo un misterio, viene por la representación de que no conocemos nuestra propia inmanencia. El alcance de nuestro poder inmanente de aquella parte de Dios que nos es dado a conocer a través de la inteligencia y del amor de nuestro corazón. El segundo paso viene cuando lo inmanente se convierte en trascendente, cuando el pequeño montículo del iceberg ha sido descubierto y, entonces, nos damos cuenta que por la atención, por el poder de la voluntad todo el iceberg se está derritiendo. ¿Se han dado cuenta? Si el hombre es capaz de resolver el problema de su propia inmanencia, de su conocimiento, o autoconocimiento de su ser interior, (si) se hace una perfecta evaluación de posibilidades, de cualidades, de defectos, que no se tolera, que no es indulgente, que no se aplaude, pero que tampoco se desprecia, una persona que no elude su responsabilidad kármica en ningún momento, llega un momento en que va descubriendo la parte total del iceberg, que es la totalidad de la trascendencia divina. Naturalmente, hablamos del yo inferior, hablamos del Ángel Solar y hablamos de la Mónada, y esto está muy bien, pero la persona que descubra un poquito de Mónada, el pequeño punto del iceberg en su propia vida, y ahora tenemos la gran posibilidad de que reconozcamos nuestra inmanencia por esta fuerza tremenda de Shamballa que está sobre la Tierra, que está dispensando sus dones por doquier, en virtud de esto, estamos ganando el poder de atraer a nosotros la trascendencia del propio Dios, que se manifiesta cuando estamos expectantes, no simplemente silenciosos, expectantes, porque podemos estar silenciosos de palabra y nuestra mente ser un hervidero de pensamientos y nuestro corazón un hervidero de pasiones, me refiero a esta actitud dentro de la cual la mente, el deseo y la acción del cuerpo están plenamente identificados, entonces se produce la expectación. Estamos serenos y expectantes, no sabemos por qué, ni nos interesa, tenemos paz y no argumentamos sobre la paz porque si argumentamos sobre la paz, la paz que es búdica, se convierte en mental inferior, ¡ya hemos perdido el éxtasis! Por eso, siempre aconsejo cuando una persona está escuchando a otra, si está muy atenta, cuando aparentemente algún significado se le escapa, que no pierda la atención, que deje la mente libre, al final de la conversación habrá comprendido todo, porque seguramente tendrá paz y la paz no es un producto mental. La paz solamente puede venir cuando estamos expectantes, cuando estamos activos en un nivel superior, porque estamos demostrando la trascendencia de Dios a través de nuestra inmanencia y nos sentimos complementados, nos sentimos unidos, no existe separación, el yo se ha disuelto demostrándose que es una ilusión, ha desaparecido el maya de los sentidos, el espejismo de las emociones y la ilusión mental. ¿Qué queda entonces? Si no tenemos miedo y continuamos avanzando sin efectuar conclusiones ni experiencias mentales nos sentiremos llevados, succionados, absorbidos por una fuerza tremenda que es la superpotencia interna, que es la trascendencia del propio Dios. Por favor, no tengan miedo cuando se sientan atraídos hacia una fuerza superior. Hay quien tiene miedo cuando se escapa de su cuerpo, de sus sentidos, de su propio entendimiento, y este miedo es el miedo que desde tiempos inmemoriales está incapacitando nuestra raza para poder penetrar en los designios del propio Dios, por lo tanto, estamos luchando constantemente.

Interlocutor. — Me gustaría que me pudieras explicar, por qué en cada era no se consume totalmente el karma y se empieza otra nueva era sin esos grandes egregores lemures, atlantes que todavía arrastramos.

Vicente. — Por la incapacidad de los responsables de una era de solucionar los problemas. Así que el karma de las individualidades de la Era de Piscis tendrán que volver para realizar lo que no pudieron realizar, pero no olvidemos que Piscis ha traído grandes cosas para la humanidad. Solemos decir de Piscis solamente lo peor, es decir, el individualismo, el sueño, el romanticismo, la pasión, pero no olvidemos que fue en la Era de Piscis que vino Cristo, que fue en la Era de Piscis que se descubrió la máquina, que fue en la Era de Piscis que se produjo el milagro del Renacimiento, que fue en la Era de Piscis donde el hombre aprendió a amar, si bien imperfectamente, pero tenía que aprender a amar. Por lo tanto, quedarán muchos egregores malos de lo que caracteriza la parte negativa de una era: el individualismo, la separatividad, el romanticismo, incluso para las cosas espirituales, el falso misticismo, el quietismo de los ascetas de la Edad Media, los conventos, las congregaciones religiosas que trajo el imperio temporal del poder espiritual sobre la Tierra. Bueno, cada cual será responsable de sus actos. Hay una ley que regula las cosas buenas y las cosas malas, y están aquí los Señores del Karma. No podremos decir por qué hicieron esto o por qué hicieron lo otro los que vivieron la Era de Piscis, estamos viviendo todavía la Era de Piscis, porque la Era de Piscis no es una situación astrológica simplemente, es el estado de conciencia de muchos seres humanos, que la han vivido, que la han fecundado, que la han desarrollado, que le han dado su propia vida; y, no obstante, en la Era de Piscis se dieron los grandes libros sagrados, la Biblia, el Bhagavad Gîta es más lejano, pero el Fuego Cósmico y la Doctrina Secreta o los Tratados sobre los Siete Rayos y todos los libros de la Jerarquía (dados) a través del Tibetano, se ha dado en la Era de Piscis, pero ya tratando de establecer los cimientos de la Era de Acuario. Y el hecho de que estemos aquí y ahora es técnicamente acuariano. Por lo tanto, estamos siguiendo de una u otra manera las directrices que surgen de Shamballa. Hemos estado hablando aquí acerca de las esferas de Shamballa, estamos tratando conjuntamente de penetrar en una esfera de Shamballa, en donde recibimos la iniciación, y estamos aquí para esto. Porque la iniciación es un hecho en la naturaleza como el crecimiento de un árbol, o como el fruto dentro del árbol, o el perfume de una flor, o la forma de una nube que pasa en el cielo. Todo esto forma parte de Shamballa, todo forma parte de un contexto iniciático y cuando se produce un silencio expectante, está aquí Shamballa y como Shamballa está aquí hay la posibilidad de la iniciación porque es en Shamballa donde se recibe la iniciación, donde se imparte un estado de conciencia para todo aquel que se esfuerza, que se desmitifica, (que se) despersonaliza hasta el punto de quedar reducido a cero, para que quede dentro de la plenitud de la propia divinidad, y esto frecuentemente lo olvidamos, esotéricamente hablando.

Interlocutor. — Quisiera hacerle dos preguntas. La primera, ¿Qué visión esotérica tiene usted sobre los ashramas de Arco Iris y las comunidades de Arco Iris?

Vicente. — No las conozco.

Interlocutor. — Bien, y segunda, ¿Qué tipo de meditación realiza, si es que hace, sobre qué chakra, etc.?

Vicente. — A mí, todo el mundo me pregunta qué meditación hago. Trato de estar meditando las veinticuatro horas del día, porque dense cuenta que cuando decimos: "Voy a meditar", lo que realmente estamos haciendo es fraccionar nuestra vida que tiene veinticuatro horas, quitar diez minutos, una hora o las horas que sean y lo demás lo dejamos, y durante aquella meditación no somos ni el padre, ni la madre, ni el amigo, somos nosotros mismos dentro de una esfera de egoísmo la mayoría de las veces, tratando de buscar aquello que se halla por doquier. Es decir, buscamos a través de la meditación aquello que está por doquier. No está circunscrito Dios a una meditación de una hora, sino a la extensión de la meditación de todo el día. Ahora bien, ¿Cómo lo hago? ¿Cómo lo hacen Uds.? Estando muy atentos siempre. La atención es meditación. ¿Cómo se puede comprender un hecho si no estamos muy atentos al hecho? Y el hecho puede ser un simple hecho físico, puede ser un hecho muy trascendente, puede ser la visión, la percepción del propio Maestro o de un gran Deva, pero será en virtud de la atención, no en virtud del momento de decir “voy a ver el Maestro, voy a ver a un ángel en diez minutos de meditación“.

Interlocutor. — Yo me refería más concretamente a situaciones que nos pueden cargar negativamente y necesitas la meditación para reencontrarte contigo mismo.

Vicente. — Bueno, entonces, ¿por qué no estás atento a aquello que te ha cargado o a tu propia carga psíquica? Porque en el momento de la meditación estás tratando de quitarte aquello de encima, pero aquello, como no lo comprendes, volverá porque tú eres un centro de magnetismo radioactivo. Tú atraes aquello, pero si tú estás atento a la situación aquello desaparecerá. Es lo que decíamos anteriormente: no podemos apagar el fuego de un problema echándole petróleo o bencina. Ahora, por ejemplo, un problema, examinar un problema atentamente, tendremos la capacidad de estar atentos a un problema aunque nos mortifique tratando de verlo tal cual es, sin buscar solución en el pasado ni tampoco en el futuro, no pidiendo ni a Dios ni al Maestro, que son intermediarios en este caso, simple y llanamente examinar el problema psicológicamente hablando, el problema en sí, la carga negativa, se dará cuenta, cuando la persona está atenta, que cambia su ritmo respiratorio y sin proponérselo está adquiriendo la facultad del perfecto pranayama, y el pranayama que corresponde a aquella situación de angustia, pero, claro, el gurú dirá, “tienes que respirar de esta manera porque entonces el problema se resolverá”. Es como si empezásemos la casa por el tejado, es decir, una sensación de angustia hay que examinarla en su totalidad, se verá entonces de dónde surge su ramificación. Una persona con la cual hemos conversado, estaba muy cargada psíquicamente por sus propios problemas y nosotros, como que somos una esponja siempre absorbiendo, hemos cargado su problema, hemos sido un vampiro pero de cosas negativas, ¿verdad? Bueno, pues entonces nos damos cuenta de la situación, en lugar de despotricar contra la persona porque iba cargada de problemas, tratar de resolverlo, porque si tú lo resuelves también lo resuelves para él. Es disolver el egregor, porque todos estamos sujetos a la influencia de los egregores, y en cuanto estamos muy atentos a la fuerza negativa, la fuerza se disuelve. Es aquello que decía Teresa de Ávila: “Cuando observas al diablo atentamente, el diablo no tiene fuerza contra ti”. Es el temor de enfrentarte al diablo lo que crea la dependencia del diablo. Examinen la situación y traten Uds. de ver la ramificación trascendente. Ahora estamos discutiendo una pequeña cosa que puede ser objeto de partida para descubrir la totalidad del iceberg del problema mundial. ¿Verdad que nunca se ha efectuado esta prueba? De examinar el problema, de estar muy atento al problema, no rehuirlo, no buscar la ayuda del gurú para resolver el problema, sino enfrentarlo directamente y no buscar una respiración para resolver el problema, sino que en la intensidad del movimiento de la atención el problema va desapareciendo. No desaparece para cargárselo sobre otro, sino que se disuelve en el éter, porque estamos utilizando el poder cósmico de la voluntad, estás atento al problema, no lo rehúyes, lo estás enfrentando y parte del problema mundial, por no decir la totalidad del problema mundial, es cuando la persona por la incompetencia de su propia voluntad tiene miedo del problema y, entonces, no puede resolverlo de ninguna manera. La atención, la expectación, esta observación serena de un hecho, si el hecho es negativo, lo disuelve en el espacio, en el éter, sin que pueda ya tener fuerza para pesar sobre la conciencia de otras personas, es un acto de caridad, y cuando el Maestro Tibetano dice: "La meditación es un acto de servicio", se refiere precisamente a enfrentar directamente un hecho para que nadie más pueda cargarse con la negatividad de una serie de energías más o menos cristalizadas, que han quedado apegadas al plano etérico, y da (esa negatividad) la sensación de angustia, miedo o poder, poder temporal. Es estar muy atentos, como están atentos Uds. aquí y ahora. Hay que estar atentos constantemente, de no ser así, el problema, la angustia, los complejos y la influencia del inconsciente colectivo de la raza dentro de la subconciencia personal siempre están a punto, a flor de piel. Digo y, repito, que estamos viviendo unos momentos de alta trascendencia cósmica, y que estos momentos de alta trascendencia cósmica han venido para ayudar a la humanidad, hablamos de Avatares, de Instructores del Mundo, que vienen en cada época a purificar el aura de la Tierra y a redimir al ser humano, pero no hablamos del trabajo que tienen que utilizar todas las personas inteligentes y de buena voluntad del mundo para preparar el camino de los Avatares. No podemos exponernos a que venga Cristo y vuelvan a crucificarle. A mi entender eso es negativo por completo dentro del mundo espiritual donde existen ashramas, donde existen personas atentas como Uds.

Interlocutor. — ¿Eso quiere decir que estamos viviendo una magia negra?

Vicente. — Esto lo dirás tú, a mi no me mezcles, ¿eh? No he dicho esto, mis palabras no son éstas. Que el ambiente circundante está favorecido por la incapacidad del hombre de reaccionar contra los acontecimientos, su obrar negativo constituye ambientes y que el ambiente se ha convertido en el diablo tentador de nuestra vida. Si una persona tiene interés en descubrir la vida nunca puede ser nunca un mago negro, sino que esta siendo un peligro para la magia negra. Significa que si la persona está muy atenta creará los caminos de la Magia Blanca, entonces, habrá la posibilidad de la acción correcta. No he dicho que estemos trabajando en magia negra. La voluntad del hombre, la voluntad espiritual, la trascendencia espiritual que se manifiesta a través de la puntita del iceberg, es el punto de referencia que tenemos para liquidar todo el germen nocivo que viene trasplantado desde los tiempos de la raza Lemur, hace cientos de millones de años y todavía está ahí. Entonces, si la persona vive atenta, ¿Dónde está el diablo?, ¿Dónde está el germen? Naturalmente que Uds. dirán que no todo el mundo puede estar atento y admito la posibilidad, no admito que Uds. puedan estar las veinticuatro horas del día sin tener una distracción, me refiero a que cuanto más atentos estemos al fluir de los acontecimientos, más plenitud de vida y de trascendencia tendremos a través de la pequeña capa, o la pequeña cúspide de la inmanencia del iceberg, tendremos un poder cada vez mayor y sucederá un momento en que la voluntad espiritual será espontánea, no vendrá provocada por el esfuerzo como sucede desgraciadamente ahora.

Tenemos que esforzamos por estar atentos porque nunca estamos atentos, y como no estamos atentos la mayoría de los acontecimientos vitales pasan desapercibidos y la angustia vital penetra constantemente en nosotros, por donde encuentra resquicios, rendijas donde penetrar. Esos sí que son los verdaderos agujeros negros del cosmos, los vacíos que dejamos porque no estamos atentos. Esta falta de atención está creando un desequilibrio mundial, está creando el gran problema de la Jerarquía, y ha tenido que producirse el hecho de Shamballa para que se diese cuenta el discípulo mismo de cuál era su verdadera situación psicológica y empezar a vivir de otra manera, utilizando otros sistemas de vida, acoplándose con otras energías, viviendo más libremente, más sin intermediarios, tratando de amar más y más profundamente a los demás. Y esto es un hecho que tenemos que producir, y que no es un milagro sino que es la ley que tiene que resolverse aquí y ahora. De no ser aquí, nuestra responsabilidad será muy grande, porque toda la virtualidad del proceso queda extinguido al pasar por nuestra mente o nuestro corazón, y no tendremos la capacidad de reaccionar, estaremos viviendo una situación sin calidad alguna y estaremos vegetando como están vegetando, desgraciadamente, muchas personas en el mundo y, por lo tanto, si lo que confiere al hombre dignidad, aprecio de sí mismo y de los demás, lo que da corrección de vida, es precisamente la atención. Cuando una persona nos mira y sus ojos son vagos causa compasión, porque no sabes lo que hay más allá de aquella mirada sino un vacío tenebroso de incomprensión, de temor o de dificultades. Y ahora, en los ashramas de la Jerarquía se están dando los nuevos retoques a los discípulos mundiales que tendrán que intervenir cuando venga el Avatar, y muchos de Uds. pueden ser esos discípulos, elegidos por sus Maestros. Y no estamos hablando en plan de divagación, no somos místicos ni visionarios, estamos hablando con propiedad y con cierta experiencia del mundo oculto de Shamballa. Por lo tanto, todo cuanto estamos diciendo, si no se acepta de una manera noble o se rechaza porque no se comprende al menos que exista la voluntad de una duda inteligente. Hay la posibilidad aquí y ahora de redimirse del proceso kármico, y seré más concluyente al respecto y más afirmativo: A medida que Uds. vayan siendo entidades expectantes, que estén observando el proceso con dignidad y atención y traten esta atención a todo cuanto sucede por imperceptible e insignificante que parezca a los ojos del Observador, en esta justa medida, Uds. se están liberando del karma y nadie podrá decir que aquello que están Uds. comprendiendo ahora íntegramente a través del corazón y no a través de la mente, que una vez haya fructificado, Uds. no se sientan glorificados, santificados, redimidos, iniciados dentro del grupo al cual Uds. pertenecen. Ésta es una afirmación solemne, que para mí es de una gran responsabilidad, pero es así, y no puede ser de otra manera. Es entonces el Alma de Uds. la que debe resolver la incógnita de la misión, la que debe decidir, la que debe cumplimentar.

Interlocutor. — ¿Qué diferencia hay entre un Gurú y un Maestro?

Vicente. — Bueno, en términos sánscritos Gurú significa Maestro, Mahatma, es lo mismo, no me refiero al significado de la palabra sino al hecho de que hay personas que se presenten como Maestros o como Gurús y, sin embargo, no tienen la calidad que debe tener el Gurú. Por ejemplo, la persona que enseña yoga - y que me perdonen si algunos de Uds. están enseñando yoga porque igual voy a decirlo -, toda persona que está enseñando yoga y no ha desarrollado la intuición ni la clarividencia se está convirtiendo en un mago negro - esto dicho por el propio Maestro - porque no sabe lo que hace, porque la intuición, la fuerza del plano búdico y la clarividencia causal le demuestran al verdadero Gurú, al verdadero Maestro, las siguientes cosas:

1. La calidad espiritual de aquella persona a la cual trata de impartir yoga.

2. El centro que debe ser desarrollado, el chakra que debe ser desarrollado, de acuerdo con aquella evolución.

3. El Rayo al cual pertenece su Alma, el Rayo al cual pertenece su cuerpo mental, emocional y físico, más el signo astrológico, el Ascendente y el Sol.

¿Se dan cuenta de esto? Bien, pues todas las personas que enseñan Yoga de una manera general, sin tener el poder que tiene el Maestro de observar los acontecimientos psicológicos del individuo, lo más que puede hacer es pervertir la mente, el corazón o cualquier actitud, porque se habla de los centros, de los chakras, y esto es ya un conocimiento que todo el mundo lo sabe, hasta en sueños lo repite como un sonámbulo, ya sabe todo esto, pero el centro que corresponde a un estado de evolución determinado y a un signo determinado y a un Rayo determinado, esto solamente lo sabe el Iniciado. Así que solamente para decirles, si no se tiene al menos la 3ª Iniciación Jerárquica no se puede enseñar yoga desde el ángulo de la presentación esotérica de las energías. Ya lo siento porque hay quien se gana la vida con esto pero es la verdad.

Interlocutor. — Yo quería preguntarle, en el campo de la enseñanza, ¿Qué sugerencias nos da? Pues lo que se da actualmente es instrucción por parte de profesores y maestros.

Vicente. — Temo que tendrán que dejar de ser profesores según los cánones de educación actuales, porque cuando veo a los pobrecitos estudiantes cargados de libros y pensamientos, entonces me doy cuenta que lo que hay allí es una serie de conocimientos que pueden facilitar cualquier computadora y liberar al individuo de aquella carga, porque es una carga, porque tiene que aprender de memoria datos y situaciones que al estudiante le interesan un pito, hablando en términos muy corrientes. Entonces, tiene que haber una fórmula nueva. ¿Por qué no se enseña, por ejemplo, en las escuelas que existe una Jerarquía, un 5º Reino de la Naturaleza y que tiene que llegarse allí por la comprensión, por la verdadera educación, no por los datos numéricos que sean? Porque hay estudiantes que tienen la cabeza enorme, vista astralmente, porque todo son datos. Yo me acuerdo que son los que favorecen las entradas dentro del campo profesional, cuanto más memoria tiene un estudiante más posibilidades tiene de penetrar en el campo de la medicina, del derecho y son botarates porque solamente tienen una mente acumulativa, pero no tienen comprensión, y esto es una de las cosas que todos estamos observando constantemente. ¿Cuántos médicos son asesinos a sueldo de la Seguridad Social?, y lo dice la prensa, no lo digo yo, ¿y cuántos estudiantes se han suicidado porque su mente no ha podido resistir la influencia de tantos recuerdos acumulados? Y esto lo vemos constantemente, porque la prensa, que siempre dice cosas malas, a veces dice verdades también y es lo que estamos nosotros viendo después. Pues bien, sin querer ser derrotista, me atrevería a decir que tiene que desaparecer el residuo memorial de los hechos desde el momento en que se han inventado las computadoras y, entonces, dar comprensión al estudiante, enseñarles no una instrucción memorial sino una educación psicológica, porque no existe educación psicológica. Existe una serie de personas que están informadas, simplemente, y cuanto más informados son estos señores, son los que tienen las vías de acceso a los altos cargos de la administración, más o menos pública, más o menos privada, ya lo sabemos esto, pero el amor que tiene que tener un Maestro hacia sus discípulos, esto no te lo da la información. Igual que el sacerdote - no tengo nada contra los sacerdotes -, pero si hay algo que hacer es que amen, no que cobren un sueldo de una organización religiosa, esto para mí es pecado realmente, y le doy al pecado un aspecto kármico, y hay tanto karma acumulado por esas pequeñas cosas que decimos que no tienen importancia pero es que ¡realmente tienen importancia!, porque, ¿Qué será de la generación del futuro con unas mentes agotadas a fuerza de adquirir conocimientos intelectivos que de nada servirán? Porque precisa un dato, un botoncito y ya lo tienes ahí, no tienes que acumular cincuenta millones de datos aquí adentro como si fuese una computadora. Estamos hablando del desarrollo de la intuición, que hará que los hombres se amen profundamente, que los hombres comprendan perfectamente el Plan de Dios y lo puedan llevar a cabo, porque todo cuanto sea un ejercicio mental cae dentro de la gran herejía de la separatividad, porque la mente concreta, intelectual, de los recuerdos, es tal como decía Madame Blavatsky, “la matadora de lo real”. Y hay que partir de aquí, de que la información que es memorial debe dejar su lugar a la educación perfecta, a la comprensión de las situaciones, que la persona comprenda una situación, no que tenga muchos datos acerca de aquella situación, porque por muchos datos que tenga no podrá solucionar el problema, porque le faltará la comprensión vital.

Leonor. — Aquí hay una señorita que quiere decirte algo respecto al aspecto creador de la enseñanza.

Srta. — Bueno, me gustaría que en las escuelas nos enseñaran a pensar.

Vicente. — Bueno claro, es a eso a lo que nos estamos refiriendo. Cuando la mente está llena de datos intelectivos no puede comprender una situación. Es que si hay una expectación, y la serena expectación debería darse en las escuelas, que estuviese más atento el estudiante que no informándose. Si es del maestro el trabajo, porque vemos que sucede un hecho negativo por completo, no sólo atiborran el cerebro del estudiante con datos concretos en la escuela sino que les cargan de materia para hacer en casa, y no les queda tiempo para que la persona se autoglorifique internamente, o que descubra aquella parte del iceberg que le corresponde. Entonces, habitualmente, casi en su totalidad -no sé si habrá excepciones, yo no las conozco-, la educación está fallando por su base, estamos siguiendo el mismo camino que las computadoras, se trata solamente de trabajar con la informática. La informática es lo que se decía, que la persona sea creadora, creadora en el sentido de comprender las situaciones, porque si una persona comprende una situación la puede resolver porque está creando ella misma la situación, y la persona que crea una situación es la única que puede comprenderla. Entonces, ¿por qué no empezamos a crear situaciones en todos los campos? Después de haber visto el fracaso de la educación seguida hasta aquí por los medios técnicos actuales, que ha degenerado, como ha degenerado el arte, la música, la pintura, todo ha degenerado, así que se está clamando por un karma colectivo, porque después del Renacimiento, ¿hay algo en música, pintura, relieve espiritual, en belleza ética y en la estética de las formas? Es decir, que se ha perdido de vista el arte, ahora sólo quedan artistas mediocres, y que me perdonen los artistas.

Interlocutor. — Me gustaría, si pudieras, matizar un poco más la frase ésa del Tibetano, al decir que se debe amar la enfermedad y, entonces, desaparece el egregor de la enfermedad, siendo un poco más concreto y práctico, ¿Qué significa?

Vicente. — Ahí está el problema, ¿Cuándo amamos realmente una persona? Parece muy sencillo de decir, ¿verdad? Cuando nos abrazamos, cuando hay caricias. Se ama a una persona cuando no se ofrece resistencia a aquella persona, cuando las fronteras han desaparecido y no existen dos seres separados, existe un alma sola. ¿Cómo se resuelve una enfermedad? ¿Por qué no aplicamos esto cuando una persona tiene una enfermedad? Esto lo dice el Maestro Tibetano. Todavía no he tenido lesiones o enfermedades graves para aplicarlo, pero el proceso lo he visto claro en otras personas. Es decir, que en la intensidad de la atención sobre la enfermedad, hay un momento en que desaparece la enfermedad o desaparecen los efectos de la enfermedad. Naturalmente, cuando un cuerpo está ya desvitalizado por completo por efecto de alguna lesión grave, hay que trabajar en el plano etérico, entonces hay que utilizar la imaginación creadora y no todo el mundo ha educado la imaginación creadora, que es algo que deberían enseñar en las escuelas, la imaginación creadora, o a saber visualizar. ¿Por qué creen Uds. que se ha creado el mundo en toda su plenitud? Porque Dios está visualizando, está atento, y en tanto dure la atención el mundo será el mundo, y el individuo será el individuo, a la que deje de prestar atención todo ha desaparecido. Por tanto, si estamos atentos, si le ofrecemos resistencia a cualquier aspecto negativo, a cualquier enfermedad, si estamos muy atentos, en la intensidad de la atención veremos cómo aquello se va disolviendo, porque en esencia una enfermedad siempre tiene sus causas psíquicas o psicológicas, como cualquier complejo psicológico siempre tiene causas psíquicas y profundos arrebatos emocionales. Entonces, ¡el problema es tan sencillo de ver y tan difícil de llevarlo a la práctica! Ahora bien, una persona está sufriendo, lo que sea, y empieza a crear un vórtice: “Estoy atenta, estoy pensando en que tengo dolor”. No, no, si no se trata de esto, porque el dolor entonces se agudiza, sino observarlo atentamente; y no es lo mismo que estar adhiriéndose al propio dolor y, entonces, como consecuencia aumenta el dolor. Cuando pensáis en el dolor entonces aumenta, ¿verdad? Porque utilizáis la imaginación, pero si estáis atentos como si fuera parte de vosotros, veréis cómo existe algo que se separa de vosotros y, naturalmente, hay que empezar a trabajar en esta situación aquí y ahora, no porque ahora estemos hablando de la atención sobre el dolor para que se disuelva, ya mañana mismo vamos a curar cualquier enfermedad que tengamos. Hay que empezar a practicar en todos los momentos la atención, es decir, no hay que pasar indiferente a todo cuanto está sucediendo aquí y en el mundo entero, porque en la virtualidad, en la profundidad y en el dinamismo de esta atención, está el germen de la solución del problema individual y del problema del mundo.

Interlocutor. — Bueno, yo estoy de acuerdo con lo que has dicho, pero vuelvo a lo de la enseñanza. Ya que la Jerarquía no soluciona y nosotros tampoco tenemos capacidad para solucionarlo, tenemos que seguir acumulando datos, porque si no la enseñanza oficial no te va a dar un título, entonces, el aquí y ahora hay que acumular esos datos, tratar de no apegarse a ellos, sacar lo mejor posible las cosas, y si llegas a sacarte un título en medicina tratar de aplicar entonces el esoterismo, la intuición, y desarrollar todos esos datos, pero lo que hay que hacer, creo yo, y se debe notar mucho que tengo niños que estudian, es que no les queda más remedio que aquí y ahora acumular esos datos, hasta que las cosas cambien, y eso también incurre a que hay una responsabilidad, y tienen ahora, en este momento, que hacer eso, con mucha atención también.

Vicente. — Pero si la atención no la estamos desarrollando, o sea, el sistema mismo ya ha perdido la atención porque es la atención sobre algo que no te da ninguna facilidad psicológica. La inteligencia no viene por el conocimiento, la inteligencia, repito, viene por la intención y por el movimiento de la mente cuando está muy atenta, no viene porque estés muy atento en algo que no te gusta, no te va. Hay personas que rehúyen la enseñanza por sistema, por que no les va, entonces como no les va, no podemos meter las ideas dentro, porque eso no es así. No, no existe. Me estoy refiriendo a un sistema de enseñanza que va contra la ley, que va contra el principio de la evolución. Un sistema acumulativo, y como todo ahora es acumulativo, cuando la persona ha acumulado mucho, naturalmente, se engrandece en poder, ya tenemos un líder, y el que aprende mucho yoga será un líder de yoga.

Leonor. — Entonces, lo que queríamos decir, es que ya lo sabemos que está tan mal el sistema pedagógico actual, lo que importa ahora, creo yo, es lanzar la flecha para pensar en una sociedad en la cual en la escuela, aparte de desarrollar la mente creativa, enseñar a pensar, y enseñar también correctamente a sentir. A pesar de esto, luego, procurar mandar la flecha mental donde se desarrollen los trabajos manuales, las técnicas en pequeña escala, para que el individuo a medida que va creciendo vea lo que le place más, ver a que tiene una mayor inclinación, una impresión hacia aquello, y aquello si no lo ve, no puede saber que es lo que le gustará el día de mañana, y nos encontramos con unos educandos, que si los papás tienen dinero quieren que estudien, si no tienen dinero los preparan para peones, pero no saben si pueden ser unos buenos torneros con las máquinas modernas, etc., pero esto tiene que ser pensado en la Era de Acuario, quiero que empecemos por aquí, si tenemos que tener una educación diferente, después de criticar la que hay ahora, podíamos pensar en la que queremos para mañana, y la que queremos sea para que cada uno pueda dar de sí el máximo que tiene para dar, pero tiene que haber también una escuela, una forma de escuela en la cual se desarrolle lo que cada uno puede dar, entonces podamos escoger también y luego que venga la plaza que podamos ocupar, así que hay que crear una sociedad nueva, pero tenemos que pensar en ello.



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Extraído http://www.sabiduriarcana.org/conferencias-vicente/1983-06-18.pdf